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Recuerdos de un Árbol

 

Por: Cristian Ortegón

 

Me encontraba sentado bajo el árbol de mango que se encuentra frente a la Gobernación del Tolima, en el Parque Manuel Murillo Toro. Es una noche fresca, no como las que Ibagué solía tener o como las que don Pedro Nel Sánchez y Humberto Molina recuerdan, pero si como las que casi nunca tiene el Espinal, puesto que su clima es muy caliente.

 

Me acerqué a ellos con el fin de indagar un poco más y aclarar la duda que me asalta. Soy del Tolima, tierra del reino y de la tambora, así dice una de las canciones de este departamento, titulada “Canta un Pijao”, y es precisamente esa duda de averiguar un poco más de la historia de un tolimense, de un Pijao. Pero en este caso será del árbol que está plantado allí y los recuerdos que un día dejó el que antes estaba en ese lugar.  

 

Don Pedro Nel es uno de los señores que recoge la basura o desechos que dejan los ibaguereños en el centro de la ciudad al cerrar la tarde. Humberto Molina es uno más de los apodados “palomas caídas”, los pensionados. Justo estaban bajo el árbol a unos cuantos metros de donde yo estaba. Con la excusa de resolver la incógnita de saber ¿qué hace ese árbol allí? me acerqué y les compartí uno de los “tintos” que la señora Martha vende, mientras me bebía un jugo de botella.

 

Al comienzo estaban un poco distantes- talvez pensaron que iría a pedirles plata o que se yo -  me presenté y puse en tela de juicio mi incógnita. Don Pedro Nel seguía distante, mientras que don Humberto se notó amable y como si fuese una grabación echando reversa, empezó a “soltar su lengua”. No sé si fue el reflejo de las lámparas que están cerca, pero su rostro se vislumbró y sus ojos café claro cambiaron a verde opaco y brillante. De esta forma, inició su viaje hacia el pasado.

 “A través del árbol que duró tanto tiempo, antes del que ahora está, en esa época, nos hubiera encontrado tal y como estamos ahora, eso era como el contertulio de toda la ciudad”, añade don Humberto mientras mira, sopla y da un sorbo del tinto de doña Martha.

 

Es de aclarar que el árbol que está ahora, lleva más de 15 años  y que muchos dicen que es uno de los cogollos del que antes estaba allí. El  que recuerda don Humberto, fue plantado desde 1861, por “un tal Delfín Varón, eso me contó mi abuelo” contestó con un tono de no importarle mucho quien lo hizo, supongo que su mente no lo recuerda muy bien, a sus 65 años los recuerdos e historias se acumulan y los detalles se pierden. Para infortunio de la ciudad, ese árbol  cumplió su ciclo de vida, unos 150  años aproximadamente, y por culpa de un “hongo” desapareció, este lo consumió lentamente. Don Pedro asevera que “tenía leishmaniasis”, ¿qué tan cierto fue? No lo sé, pero así lo dijo don Pedro.

 

Al parecer no solo era un lugar de tertulia, razones o quizás de chismes. La política también ocupó un espacio bajo ese árbol.  – “Se hablaba de política, porque aquí no se habla de nada más, sino de política -  en esa época Colombia se vestía de solo dos colores, el azul y el rojo.  

 

El tiempo fue pasando y la luna ya se asomada, el flujo vehicular disminuyó un poco y esos sonidos naturales e intencionados, adornaron el lugar. Tambores, flautas, guitarras y algarabía se escuchaban a unos cuantos metros.  Sin darnos cuenta, lo que parecía una charla amena, se convirtió en una tertulia, donde más y más “palomas caídas” iban llegando y don Humberto iba recordando junto con ellos, sus vivencias bajo el antiguo árbol de mango que posaba justo en este mismo lugar donde nos encontramos ahora.

 

Con intención o no, fue plantado ese árbol. Las generaciones actuales no saben  muy bien el por qué hay un árbol de mango allí y justo al frente de la Gobernación del Tolima. Las generaciones pasadas si lo saben, a tal punto de llamar y reconocer ese edifico como el Palacio del mango.  “Cuando eso, la Gobernación tenía solo una planta física, y pues la gente lo llamó así, incluso era el punto de encuentro para los ibaguereños o quienes llegaban al pueblo, uno le decía a los amigos, espéreme allá el Palacio del mango, entonces uno ya sabía que era frente a la Gobernación debajo del palo de mango o allá al pie de los carros tres patadas, de esos de manivela, cuando en eso, la tercera era vehicular. Entonces, era el lugar de citas normales o políticas o también románticas”. Finaliza su frase entre risas  y ve de reojo a la señora de los tintos. Al parecer entre ellos dos ocurrió algo o quizás, fueron protagonistas de sus amoríos bajo el árbol antiguo de mango o como las vivencias de “María la Guacharaca y Bahana”  dos personajes del pueblo (Escuchar Audio 1)

 

Entre charlas y risas, fueron apareciendo más recuerdos enmarcados en la mente de don Humberto y mientras escuchábamos las aventuras de la Guacharaca y de Bahana, apareció otra “paloma caída”, al parecer, este con más historias por contar. Julio Betancourt, periodista y reportero gráfico de la ciudad.  Su labor en el Semanario El Cronista- antiguo periódico de la ciudad-  le permitió conocer más  de la historia de aquél árbol que posaba allí y de las experiencias vividas. (Escuchar Audio 2).

 

El día en que se dieron cuenta que el hongo lo consumió de lleno, optaron por desprenderlo, algunos dicen que sus restos posan bajo el que está ahora, otros dicen que son “puros cuentos” como dice don Humberto. El pueblo lamentó su partida y por un tiempo duró desolado este lugar, pues las tertulias  habían acabo.

 

Hasta que un día, un grupo de amigos decidieron revivir aquellos buenos momentos en ese lugar. Se dieron a la tarea de encontrar un árbol de mango y plantarlo allí. No el mismo, ni de la misma estatura- el que estaba antes medía unos 5 metros aproximadamente, el de ahora solo tiene 3 metros, pero si otro que opacara un poco la ausencia del antiguo.  Desde entonces, el Palacio del mango volvió a ser el mismo, las tertulias, los café compartidos, las reuniones políticas,  las risas y carcajadas y los amoríos volvieron.

 

Audio 1 - por Cristian Ortegón
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Audio 2 - por Cristian Ortegon
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