"La pluma, la tinta y el papel, escribanos... nada por qué avergonzarse"
Por: Omar Villarraga
Empotrados en un callejón ubicado entre el edifico de la Gobernación y la estructura de la Catedral Primada Inmaculada Concepción de María, encontramos un conglomerado de hombres que desarrollan una función de asesoría legal informal, que es asequible a personas que no cuentan con los recursos suficientes para contratar servicios profesionales.
Carlos Julio Rodríguez Palmar es un bogotano que llegó a la cuidad de Ibagué en el año de 1992, apasionado por el derecho, padre de seis hijos, cuatro de ellos ya son adultos y viven lejos de él en otras partes del país. Su nucleó familiar en la actualidad está compuesto por su conyugue y dos pequeñas de ocho y seis años. Su hogar se encuentra en el sector rural de la ciudad más exactamente en la vereda El Silencio, dice que además de su oficio diario, en “la pequeña parcela” que posee, también realiza otras cosas para darle a sus pequeñas todo lo que necesitan entre las que se encuentran actividades como la avicultura, porcicultura y la siembra de algunos productos.
Es un hombre apasionado por lo que hace y su lenguaje es amplio. Estudió derecho pero por dificultades económicas no logró graduarse. Hoy a sus sesenta y seis años se encuentra estudiando Derecho en la Universidad Cooperativa de Colombia. Dice estar aventajado ante algunos compañeros pues sin tener tarjeta profesional que lo certifique, su oficio de tinterillo lo ha nutrido de experiencia.
Su fuerte son las tutelas y derechos de petición aunque reconoce que las leyes y códigos cambian y que en su puesto no hay computador y mucho menos internet. Pero lee mucho y su oratoria fina lo comprueba.
El término tinterillo no le molesta y aprovecha la ocasión para amonestar a los tinterillos que quieren ser llamados doctores. “El tinterillo era una escribano que untaba la pluma de tinta y escribía”, denuncia a sus colegas que hacen un trabajo ligero por salir del paso o aquellos que aceptan asesorías que desconocen cómo llevar. Decreta que el derecho es su pasión y se le cree pues sus conversaciones están dirigidas siempre hacia la ley y se nota que es un hombre justo.
Le gusta el servicio que presta a la comunidad ibaguereña y su honradez lo ha hecho tesorero del colectivo de tinterillos que se congrega en el centro de la ciudad. Es un gremio complicado y con el que Carlos Julio Rodríguez discrepa contantemente. No obstante es uno de sus representantes y lo hace con mucho orgullo.