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Entre labores, historias y amabilidad

 

Por: Xiomara Martínez

 

Rastros y rostros arman cada día la historia particular de la plaza Santa Librada, un lugar donde, que en el día, es tranquilidad y en la noche ruido, peleas y desorden. Cada día, todos los residentes de este espacio abren sus puertas ante las miradas de nuevos visitantes que quieren saber lo que aquellos habitantes venden en sus negocios. Relojes, celulares, minutos hasta un puesto de lustrabotas donde vende también cordones para los zapatos.

 

Tal vez por tratarse de Don Adolfo es que tiene tanta clientela. Carismático, decente y sencillo hacen de él la persona más amable de este lugar. Con su frente arrugada, cara redonda y piel bronceada se dispone a hacer un recorrido por su pasado  para contar lo que para significa para él este lugar. “Desde muy joven he trabajado como Lustrabotas. Cuando recién llegué a esta plazoleta, ésta funcionaba como la plaza de mercado. Tenía buen trabajito, pues todos los fines de semana venía un señor muy elegante a que le lustrara sus zapatos y me pagaba bien. Luego ya quitaron la plaza e hicieron la estatua y el trabajo disminuyó mucho porque empezaron llegar malandros y a la gente no le gusta” cuenta Don Adolfo con aires de tristeza por ver cómo han cambiado las cosas.

 

Santa Librada, es una plazoleta ubicada en el corazón histórico de Ibagué, rodeada de múltiples locales comerciales, es paso de visitantes y habitantes de la ciudad. Allí se encuentra el Monumento a la Cacica Dulima, que fue elaborado por Enrique Saldaña  en octubre de 1996 y hecho en honor a  una defensora y guardiana de las tradiciones de su raza, a ratos injustamente olvidada. Ella luchó y murió defendiendo el único patrimonio natural de un indígena: la libertad y la invisibilidad de nuestro territorio.[1]

 

“La Cacica Dulima era una indígena pijao, los españoles pensaban que era la guardiana de un gran tesoro, por lo que la acusaron de brujería para que fuera ejecutada y así robarlo. Andrés López de Galarza accedió a tal condena y atacó el templo de Dulima decapitando a los guardianes y luego de un falso juicio la condenaron a las llamas como a una bruja. Tras su muerte los españoles descubrieron que el único tesoro del que la cacica era guardiana era la libertad del pueblo pijao” asegura don Adolfo, a quien desde muy pequeño sus padres le enseñaron esta historia      

 

Aquí, en esta plazoleta, hay miles de personas apuradas y un viento tenso como si el cielo se fuera a abrir para dejar caer toda su furia sobre esta plaza. Una señora de treinta y tantos que está junto a don Adolfo se toma un respiro: debe ser duro hablar sola tanto rato. Tez oscura, dientes grandes y cabello rizado, hacen de ella una vendedora más de este lugar.

 

Los edificios son majestuosos, casi todos de dos plantas. Encima del restaurante Mirolindo reposa un edificio de tres pisos en el que permite contemplar la espléndida iluminación de la ciudad. Locales donde predomina la amabilidad buscando vender y servirle a la gente. Personas jugando ajedrez y cartas que, por la expresión en sus caras, se divierten bastante. La calle pavimentada pero las alcantarillas en mal estado. “Este lugar se volvió muy inseguro porque vienen  muchas personas a consumir alucinógenos y dejan la plazoleta en muy mal estado, basura por todos lados hasta el punto de dañar el alcantarillado” aseguró don Adolfo.

 

Lustrabotas, vendedores de relojes y minutos, son algunos de los empleos que genera este parque, pues aparte del mal estado de la calle, quien desea progresar solo debe situarse en este espacio para poder trabajar. Se escuchan tonos de músicas diferentes que se mezclan en el lugar y que surgen de las ventanas abiertas de todos los pisos. Palomas que revolotean y el murmullo de las personas que pasan caracterizan el sonido de esta plaza. Es la hora de partir, la lluvia ahuyenta a todos y el lugar queda totalmente vacío, no se oye ningún ruido, salvo el suave sonido de la lluvia que cae sobre los tejados. 

 

 

[1] Tomado de El Nuevo Día (Noviembre 28 de 1998;  octubre 16 de 1999)

 

 

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Paisaje sonoro Plazoleta Santa Librada -
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