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Parque Manuel Murillo Toro

 

Por: Germán Gómez

 

Nuestras plazas y parques públicos están plagados de nombres de líderes de antaño. Plazoleta Darío Echandía, , parque Andrés López  de Galarza, Plaza Simón Bolívar y por supuesto el que no podía  faltar, el que dejó un  buen recuerdo  por estas  tierras, Manuel Murillo Toro. En  honor a su nombre hay colegio, plaza y hasta estadio de fútbol. Pues la  aceptación del tolimense fue tan fuerte que se sentó en la silla presidencial durante tres periodos y siendo está una región simpatizante de la adulación, un hombre que en verdad lo merece, se inmortaliza.

 

La plaza  homónima al  ex presidente está ubicada en el  centro de la ciudad. Es amplia y de suelos oscuros con semejanza al mármol. Se encuentra entre las  carreras 3a  y 4a, frente a la  Gobernación del Tolima. Por allí se movilizan miles de personas a diario pues el parque es una zona casi que ineludible, demasiado céntrica, casi que un conector para quienes van de compras y pretenden hacer procesos jurídicos e institucionales. La legalidad, el salir de compras y el descanso, todo en un mismo  punto, la plaza.

 

Por el  costado de la  carrera 3a un árbol le da sombra a los pensionados de la ciudad quienes tertulian bajo sus hojas. Casi  todos abogados  retirados ,funcionarios  públicos  que no  logran  zafarse  de la  plaza, pues,  allí la vida les caminó largos años y ahí la quieren  seguir andando, ahí quieren estar.

 

Entonces se llaman por  teléfono, se ponen cita en el “palo de mango” asesoran a quien les solicite o se involucran en conversaciones ajenas; pues  en el “palo e ´mango”  no hay un clan fijo, siempre hay nuevas personas, nuevas historias, nuevas querellas. El tinto se consume por galones las colillas se queman a la  par. Recuerdos van y recuerdos vienen todos ocurridos y ambientados por el lugar donde  reposan sus  cuerpos y donde recordar es más fácil.

 

Ese arbolito que obstruye los rayos del sol tiene su propia historia. Hace varios años, el intento de urbanización de la  ciudad derrocó a  varios árboles que se erguían con  fuerza. Pero “el palo e´ mangos”  sobrevivió a todos esos embates a tal punto, que le da sombra a los  conversadores de hoy, fue reducido a un cogollito y hoy luce rozagante y joven con tantas  ganas de vivir como las de los abuelos que se resguardan bajo su sombra.

 

Y lo maravilloso de esta plaza es que enmarca la diversidad de cualquier  calle  ibaguereña. Pues  mientras los  viejos del palo de mango se  dedican a ejercitar la memoria  y a recordar chascarrillos, la juventud ejercita los  cuerpos a ritmo del hip hop.

 

La plaza se encuentra  dividida por  tres bloques de escaleras. Los adultos charladores se encuentras ligados a la calle bonita (carrera 3a) y en el otro extremo de la plaza, para no incomodar a los pensionados, los jóvenes skaters practican sus trucos. Se deslizan por  los  filos de los escalones, ruedan por las baldosas lisas e inclinando las piernas, toman aire para volar. Con sus  tablas  vuelan por unos segundos. Pues se impulsan desde uno de los  bloques de escaleras y caen en el  siguiente, como los  bloques están en forma  descendente “los  vuelos”  son extensos y los  chicos habilidosos  pueden suspenderse en el aire hasta   por cinco segundos. Súmele a esta práctica  juvenil las piruetas. Las  figuras  que  trazan las  tablas dependiendo de la intención de su conductor. “Sacamos olly, Flip, 360,  Kickflip, Heelflip…” Todos complejísimos de lograr pues uno de novato lo intenta, pero resulta haciendo el  ridículo, saltando solo mientras  la  tabla luce estática.

 

En las noches practicar el deporte se vuelve algo tenso. Pues la  policía los desaloja porque según ellos, la plaza no es para eso y la existencia de un Skate Park deslegitima la  presencia de tablas en este sitio. Los deportistas dicen que la construcción del parque mencionado les quedó chica y que la  práctica del skate va en aumento entonces vienen a rodar  al  Murillo porque es un lugar con características benéficas para “rodar y volar”.  

Los chicos no responden de inmediato a las  solicitudes de los  policías. Pues  no entienden las  razones para ser requisados ni expulsados. A veces los espantan con palabras y otras  veces con  gases lacrimógenos. Bajo  nuestra  condición de estudiantes-periodistas, tosimos  y lagrimeamos en el parque Manuel Murillo Toro. Dosis chiquitas de gas como para molestar, como para no dejar respirar  tranquilo fueron recibidas. Cualquiera se aburre  y se va. Y así  parece ser la dinámica nociva  entre  skaters y policías.

 

En la  mitad del parque reposan muchas palomas que en el día  los  niños corretean. Es el  lugar predilecto para tomar fotos y comprar bebidas. En este bloque del parque, paradójicamente  los ejecutivos oxigenan la  mente en compañía de un cigarrillo. El tiempo vale oro y  lo saben bien nuestros  dirigentes quienes colgaron al costado del palo de mango, un reloj electrónico. Ese reloj avisa cuan pronto llega el  policía, que  tanto  tiempo hay para contar la última historia, cuantos minutos quedan para volver a laborar. A continuación las historias de vida que en el parque Manuel Murillo Toro giran. Aquí en “Camine al centro”.

 

Paisaje sonoro Parque Murillo Toro -
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