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Esto es un carrito de tintos minutero

 

Por: Lady Diane Trujillo

 

Lina recuerda las transformaciones de la Plaza y perpetúa esos momentos en los que antes había comercio en ella. Lina es una vendedora ambulante de tinto que ha sido correteada toda la vida. Tiene 27 años y ha dedicado 14 de éstos a la venta de tintos.

 

Esta Plaza se ubica en el centro de la  ciudad, más específicamente entre la calles 9 y 10 y las carreras 2 y 3, se reconoce por tener a su alrededor árboles variados y en su interior la estatua de Simón Bolívar; así es, es la Plaza de Bolívar de la ciudad de Ibagué.

 

Este lugar hace parte de la ciudad desde la época colonial. Se le recuerda llena de víveres y frutas los domingos en las mañanas, poseída por el espíritu  de los carnavales y las ferias. “Uno de los primeros reformadores de la plaza fue un señor que se llamaba Jesús Arbeláez Echeverry, él fue alcalde de la ciudad en 1904 hasta 1907, fue el sembrador de los árboles de por aquí, esos cámbulos, samanes y ceibas.” cuenta don José un señor de 78 años, un transeúnte más de la capital musical.

 

Con dos hijos que sacar adelante, esta mujer inicia su jornada laboral a las 3 de la mañana. La alarma, suena y Lina corre a “montar” los tintos, el “perico” y la aromática en la estufa, suficiente para alrededor de 12 termos. No tiene una hora fija de salida, casi siempre sale a las cinco de la mañana a trabajar.

Desde hace dos meses es acompañada por su prima Yuri, una joven de 19 años que se gana la vida vendiendo minutos. Se sientan juntas, almuerzan juntas, viven juntas y desde hace unos meses, estudian juntas los fines de semana, ninguna terminó el colegio y creen que es la hora de hacerlo, ambas están validando Décimo/Once.

 

Esto es un carrito de tintos minutero, puede usted sentarse y tomarse un tinto mientras hace sus llamadas. Puede disfrutar la charla de estas amables mujeres mientras se toma una aromática, y si tiene hambre, ¡tranquilo! La panadería está al lado.

 

“Yo no busco los clientes, los clientes me buscan a mí” afirma Lina, mientras conversa con su prima de un supuesto novio de Yuri, un policía, de esos patrulleros.

 

Yuri Alexandra, llegó a Ibagué por motivos personales, su madre se encuentra enferma y ella no tuvo otra opción. Hace dos meses se levanta a las 4 de la mañana, una hora después que Lina, porque a ella no le toca cocinar. Se sientan en el borde del parque, frente a la DIAN. Yuri se sienta al lado de un poste, por eso Lina la llama “la chica del tubo”.

 

Estas mujeres dicen que este parque es el que tiene más afluencia de gente, un parque que tiene clientela. “Lo malo es que están ese par de tipos azules”. Los tipos azules son los de Espacio Público de la Alcaldía, los que no permiten que los vendedores ambulantes estén entre la plaza.

 

Los mejores días son los lunes, la gente hace sus “vueltas”  en la Alcaldía y sale a tomar tinto; las personas pensarán que los mejores días son los domingos, pero Lina deja esos días para sus hijos y para dormir en compañía de su familia. Además se respalda con que ese día no abren la Alcaldía y la gente va pero de “pasadita”.

 

Alberto, es uno de los operarios de Espacio Público, uno de los del chaleco azul. Este hombre dice que solo cumple su labor y que más que por trabajar lo hace para ver bonita a su ciudad. Se apoya en el nombre que llevan aquellas personas que venden en la calle, los famosos vendedores ambulantes; Alberto afirma que “si son ambulantes, pues que deambulen, que no se estanquen en la plaza”.

 

Sin embargo, ese no es el pensamiento de Yuri y Lina, ellas piensan que trabajar no es un pecado. Lina cuenta que cuando los de Espacio Público hacían operativos, ellos regresaban los artículos decomisados en lapso corto de tiempo, ahora no es así. Hace dos semanas, mientras Lina caminaba una cuadra arriba de la Plaza de Bolívar, se realizó el operativo habitual, con la pequeña diferencia que sus implementos de trabajo jamás fueron devueltos, fueron destrozados ante sus ojos y sin poder decir que no, sólo se dignó a seguir su camino y mirar a ver de dónde sacaba para otros termos.

 

Lina “echa cabeza” y menciona que las personas que transitan por ahí casi siempre son las mismas, los clientes no tanto, todos los días hay una que otra cara nueva; a veces compran los mismos de siempre “esto es pura rutina” en otras ocasiones, cuando hay eventos y demás, la clientela es variada, de lo contrario son las mismas caras.

 

Esa es la cotidianidad del carrito de tintos minutero, que dice que vender tintos o minutos no es la maravilla, pero por lo menos da para la comida; es así como se repite la misma historia a diario, de un carrito de tintos minutero que ve siempre a la misma gente, atiende a la misma gente lo único distinto a diario, es el clima.

Paisaje sonoro - por Lady Trujillo
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