top of page

Plaza de Bolívar, el segundo hogar de muchos

 

Por: Gustavo Parra Rondón

 

Incontables son las personas que vemos en la Plaza de Bolívar, allí sentadas por diversas razones, este personaje nos muestra que los espacios de la ciudad son el segundo hogar de muchos y es allí donde sienten confort, pasan horas o todo el día, viendo pasar la vida.

 

Allí sentado en su lugar de confort, de piernas cruzadas con su periódico en las manos, su radio, su porta comidas, una mirada soñadora y su cabello blanco el cual habla del recorrido que ha llevado su vida, esta Jairo Triana Acosta, un personaje luchador como muchos colombianos y que a sus 72 años ha pasado de las más grandes alegrías a inmensas tristezas  que algunas personas jamás llegan a conocer.

 

Ahora está a la espera de que sean las 12 del día para ir a comprar su almuerzo, trae consigo su porta comidas, básico a la hora de ir comprar sus alimentos, regresar a la plaza, a sentarse nuevamente y comer.

 

Jairo llega a la Plaza de Bolívar, se sienta en una de las bancas de piedra pone todos sus utensilios para estar más cómodo, prende su radio ya que le gusta escuchar las noticias y su música, posteriormente hace sus oraciones a la virgen, es devoto de ella, tradición que heredo de su madre quien le enseño el ir a misa y hasta fue acolito en la iglesia de Belén, barrio donde vivió toda su infancia al lado de su madre y sus tres hermanos. En la plaza diariamente lee el periódico, fuma su cigarrillo y lo acompaña con tinto o  aromática, según sea la ocasión.

 

A Jairo le gusta la tranquilidad de su segundo hogar, el cantar de los pájaros, los arboles de ocobo y sobre todo ver a sus amigos para charlar con ellos o para hacerles los “mandados” y así ganarse algo de dinero, en la Plaza no todo es tranquilidad, Jairo no se mete con nadie, pero si ve algún problema o un ladrón, siempre se acerca y les dice “bueno dejen de joder, ábranse”, en esta Plaza lastimosamente se ve esto en reiteradas ocasiones, la inseguridad y los problemas no pasan desapercibidos, y eso lo sabe Jairo, que defiende esa tranquilidad que tanto le gusta hasta con su bastón, “ya le he dado como a cuatro” confiesa entre risas.

 

Uno de esos problemas son los vendedores ambulantes, ya que están en una pequeña guerra con los señores del espacio público y policías en esta plaza, Jairo tiene una buena relación con los vendedores, “ellos son muy respetuosos” asegura, él no se mete con ellos, en ocasiones los del espacio público vienen a sacarlos a empujones, allí es donde Jairo aparece como ciudadano y transeúnte de esta plaza, a exigir un buen trato hacia estas personas “no haga eso mano”, una de las frases que este personaje utiliza.

 

Piensa y está de acuerdo que puedan vender acá en la plaza, pero por fuera del parque no por dentro, porque cuando hay mucha gente, hay tantos vendedores que las personas no pueden transitar como el día domingo, “la gente no halla por donde pasar, venden mazorcas, ponen los asaderos de las mazorcas, ponen a fritar chorizos, azar arepas, entonces la gente no tiene por donde pasar”. Los operativos del espacio público y policía antes eran muy bárbaros, ya que llegaban pateándole los carros a la personas, los tiraban al piso y lo destruían todo, “por eso ahora el Secretario de Gobierno, el cual nosotros le decimos ‘múcura’, prohibió eso, hay unos que se rebotan, pero tener respeto de parte y parte es muy bueno”, añade Triana.

 

Jairo es ibaguereño y pese a todos los problemas que tiene esta plaza en la actualidad, recuerda que ha tenido muchos cambios y ha sido su segundo hogar durante muchos años, recuerda que antes era una plaza de mercado, “acá amarraban los burros y las yeguas que ve venían con los mercados de arriba de las veredas, acá descargaban para vender, fueron los primeros folclores y había un tablado con orquesta y uno bailaba”, la Catedral ha cambiado sus colores y le han robado la espada a bolívar en tres ocasiones, acá en la plaza se esconden miles de historias y personajes como Jairo que lo han visto todo.

 

Beethoven, Jesús y Fernando Triana son los hermanos de Jairo, dos de ellos profesores, el otro es pensionado, Jairo no los ve mucho, es una persona solitaria y su vida no ha sido nada fácil, tiene 8 hijos, a lo cuales no ve desde el 24 de diciembre, “ellos son así conmigo” añade Jairo.

 

“Con mis hijos no hablo, cada uno tiene su hogar, y ahora que me quede sin trabajo ellos pensaron que me les iba a humillar”, en ocasiones Jairo ve a sus hijos o hermanos pasar por la Plaza, pero ya sea por parte de Jairo o de su familia, no tienen una buena relación pese a ser un grupo familiar numeroso, las únicas muestras de cariño a Jairo se dan cuando uno de los suyos pasa por la Plaza, le pita y le dice “adiós papi” o cuando uno de sus familiares pasa le dice “tome 400 para que se tome un tinto”.

 

Así es el trato que le dan a Jairo, pero el sigue en pie, vive solo, paga una pieza en el centro de Ibagué a unas cuadras arriba de la Plaza de Bolívar. La plata, la recoge de los “mandados” de una cosa o de otra y el ahorro que tuvo a lo largo de su vida, es la base para soportar ahora a sus 72 años esta difícil etapa.

Ha vivido  la muerte de cerca,  el 7 de mayo murió su papá de diabetes,  el 15 de agosto, Teresa Prado, su señora esposa, mamá de sus hijos y amor de su vida, murió de un aneurisma cerebral y su madre, murió el 15 de diciembre, todo sucedido en el año 2005.

 

Finalmente tuvo muchos trabajos cercanos a la Plaza de Bolívar, el último fue en el parqueadero Mantilla a una cuadra de allí, estuvo 5 años y cuando menos se lo imagino su jefe le dijo “deme las llaves y váyase”, y así lo hizo sin una liquidación, ni un preaviso, Jairo fue despedido de su trabajo, es un lio que tiene en este momento en la cabeza y  piensa que la justicia colombiana no hace bien su trabajo, pero si su ahora ex-jefe no cumple con los requerimientos debidos, “me toca proceder con el juzgado laboral” ,  afirma con tono fuerte .

 

Ahora Jairo se sienta y transita en el parque todos los días desde que fue despedido en octubre del 2014 en ocasiones y gracias a que trabajo casi toda su vida en este lugar del centro de Ibagué, en el Palacio de Justicia, la Dian, Gana-Gana y notarias se encuentran sus amistades, a veces trabaja con ellos o hace los llamados “mandados”, como por ejemplo cuando lleva documentos a la fiscalía y le dicen a Jairo que tome un taxi, pero él no lo hace, se va en bus, se ahorra esa platica y le queda el resto para él,  además se gana algunos pesitos por hacer el mandado, así en su segundo hogar Jairo pasa su vida, unas veces rebuscándosela, otras veces en su confort, recordando épocas buenas y malas en las cuales la plaza de Bolívar siempre estuvo presente.

bottom of page