top of page

Un parque que suena a olvido

 

Por: Robinson Vanegas

 

Ibagué  conocida como “la ciudad musical de Colombia”, título que le fue asignado en el año 1886 por un ciudadano francés conocido como el Conde de Gabriac, esto asegurando que la música era un práctica cotidiana por parte de sus habitantes*. Haciendo mérito de esta insignia son varios los lugares que intentan mostrar esta costumbre tolimense.

 

En la carrera 1° con calle 9° se levanta un templo que hace honor al título de la ciudad,  entre el Conservatorio del Tolima y la sala Alberto Castilla, se visualiza un parque que por su aspecto pareciera que son muchos los años que han pasado luego de su fundación. Irónicamente el Parque de la Música con tan solo ocho años muestra su cara triste, mientras se esperaba que su ambiente estuviera acompañado por las más dulces y alegres melodías, lo que ahora se logra percibir es un son melancólico y afligido.

 

Desde la fundación del parque se podía percibir lo importante que sería la música, las esculturas que rinden homenaje a los músicos de la ciudad** y los sonidos provenientes del Conservatorio dan muestra de la cultura del Tolima. Hoy entre los árboles a punto de caer, las esculturas visiblemente afectadas por el descuido y los bancos que se han convertido en el papel en blanco para los enamorados, parecieran tocar la sonata más triste de la filarmónica. El sitio ya no huele a música, por el contrario en su aroma se confunden la pesadez de los habitantes de la calle, con la soledad y la zozobra que un sitio abandonado e inseguro produce mientras se transita por él. 

“Aquí ya no hay nada bueno, solo disfrutan  los marihuaneros que vienen hasta aquí porque ya no pueden meter el vicio en otro lado”, se escucha en una de las conversaciones de dos alejados visitantes quienes comentan mientras disipan la calurosa tarde con un refrescante helado.

 

A lo lejos del parque aparece tímidamente una pareja, que más que disfrutar su salida romántica, dan la impresión de aprovechar la soledad que ha invadido al parque y su majestuosa construcción. Los sonidos que acompañan la desolada situación, provienen del interior de una pared convertida en un gran lienzo, entre flautas, trombones y platillos se puede disfrutar de un concierto gratuito que se ve repetidamente interrumpido por un maestro que a lo lejos hace las correcciones necesarias en un ensayo.

 

Sandra Virú, una mujer que por su aspecto no supera los 40 años, sigue creyendo que este lugar aún tiene algo bueno, los ladrones o personas extrañas no le preocupan ya que su compañía diaria, una perra que por su tamaño intimida, le brinda la protección necesaria para estar allí. “Ella es tierna pero como es tan grande las personas se asustan y piensan que por eso es brava y es mejor que así lo sigan creyendo” – dice la mujer – mientras toma un descanso en unos de los bancos dispuestos en el parque. 

 

Mientras la tarde pasa otra persona se visualiza en el horizonte, esta vez un tierno anciano que inocentemente entra al parque con su carro de helados quizás pensando que como en sus inicios logrará tener una buena venta, aunque el mismo sabe que eso es difícil. “Si no estuvieran los dos policías aquí no se podría transitar, ahora el lugar ya es seguro pues hay vigilancia” - piensa en anciano – tal vez es lo mismo que creen las pocas personas que aún siguen visitando este lugar.

 

El Parque de la Música ahora vive en medio de la melancolía y el olvido, atrás han quedado días y noches majestuosas, momentos en los que se pensaba que este espacio despertaría el instinto artístico y musical de cada uno de sus habitantes y que tras una buena compañía y una hermosa melodía la ciudad de Colombia se levantaría de un letargo que ha hecho olvidar a que suena Ibagué.

 

______________

*Tomado de fundaciondecololombia.com (22 de abril de 20015)

**Tomado de rutasdecolombia.com (26 de mayo de 2015)

 

Paisaje sonoro del Parque de la Música -
00:00 / 00:00
bottom of page