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Conduciendo para el sustento de su familia

Por: Maria Paula Montoya G

 

Milton Valderrama Toro es un huilense de 56 años. Tímido de nacimiento pero trabajador por convicción, ve cada amanecer como una oportunidad más para trabajar y darle todo lo necesario a su pequeña familia. Sus dos hijos, Angélica y David Leonardo, a los que llama con cariño “los latidos de mi corazón”, lo acompañan todas las tardes en los recorridos que le asignan. Por otra parte, su esposa Margarita lo espera en casa con una rica cena y una cama caliente para poder descansar.

 

Llevaba 7 años con Margarita cuando ella sufrió un grave accidente que le impidió volver a desempeñarse como normalmente lo hacía. “Yo trabajaba en lo que podía o encontrara, oficios varios y ése día yo me encontraba en Neiva haciendo un trabajo de limpieza de unos tubos y aproveche para visitar a mis hermanos y a mi madre.

 

Margarita no me contestaba el teléfono y me empecé a preocupar. Al rato me llama una vecina, amiga de los dos, a decirme que desde la mañana ella estaba en la clínica y que le había pasado algo muy horrible. Asustado me fui para Espinal y cuando llegué y la vi… sentí que mi corazón se salía…” Milton derrama lágrimas y termina de contar entre la tristeza que ella se había electrocutado con un cable de alta tensión que había en la terraza de su casa y había perdido su pierna derecha y su mano izquierda. Tuvo que ser muy fuerte y ayudar a salir adelante a su novia, entre terapias, prótesis y mucho dolor continuaron juntos y formaron su hogar.

 

Este huilense de nacimiento pero tolimense de corazón, dice estar enamorado de Ibagué. Conoció en Espinal Tolima a su esposa y se casarón 9 años más tarde en la notaria número 5 de la Capital Musical. Después llegaron sus hijos y su trabajo en Expreso Ibagué. Recuerda como si hubiera sido ayer su primer día. “Ese día me levanté felíz; llegué a los parqueaderos y me asignaron una ruta que no conocía. Llevaba muchos años en Ibagué pero aún me perdía. No supe qué hacer. Me tocó llamar a Margarita para que me acompañara en la mañana a trabajar”. 

 

Es alto, moreno, de contextura delgada, de carácter fuerte, algo tímido e impaciente. “Lo peor aquí es tener que aguantar a la gente que llega brava, también a los que me gritan por cómo manejo y finalmente a los que creen que andan en taxi y quiere que los lleve a la carrera”. Su jornada laboral inicia todos los días a las 5:45 de la mañana. Con un poco de suerte logra tener una ruta en la mañana y otra diferente en la tarde.

 

“A veces los días se ponen pesados. Pasar más de 8 horas en éste bus aguantando cansancio, el mal humor de la gente y repetir una y otra vez las rutas me aburre. Pero qué le puedo hacer, mis hijos y mi esposa merecen lo mejor y para eso toca trabajar”.

 

Programa su alarma cada noche para las 4:00 de la mañana. Con un poco de suerte logra despertar tan pronto suena el reloj, ya que a pesar de ser un hombre trabajador, su mayor debilidad es dormir. Junto a su esposa despiertan a sus hijos para ir al colegio, desayunan y Milton los lleva. Llega al parqueadero, saca el bus, recibe su ruta y empieza su jornada laboral a las 6:00 de la mañana mientras Margarita se queda en casa esperando por ellos.

 

Entre el ajetreo de un miércoles al medio día, subo al bus de Milton y me permite sentarme en el puesto del copiloto. Claro está que en una oportunidad anterior, le comenté mi intención de saber sobre su vida, y él no tuvo inconveniente en contármela. Pasajeros suben y bajan, pasaban la 1:00 de la tarde y Milton ya se veía un poco cansado y con hambre. Me cuenta de sus hijos y su esposa, siempre con una grata sonrisa al nombrarlos. Su almuerzo debía esperar hasta más o menos las 3:30 de la tarde cuando como él dice “la ciudad está más tranquila y hay menos pasajeros”. También me habla de su madre y hermanos. En un principio no nombra a su padre, eso me causa curiosidad y no dude un segundo en preguntarle por él. Con pocas palabras me dice “no sé nada de él” y seguido cambia el tema. Su madre Elsy Toro de 79 años, vive junto a su hermana Teresa en su pequeña casa en Neiva. Su otro hermano, Miguel vive junto a su esposa e hijos en Pitalito Huila.

 

Se acercaban las 3:00 de la tarde, el calor inclemente de Ibagué desesperaba en aquella tarde. Aquel hombre trabajador y de rostro pálido, es un fiel seguidor del Atlético Huila y del Deportes Tolima. Admira el juego de Yimmi Chará, la manera como se desenvuelve con el balón y lo veloz que puede llegar a ser. Milton de pequeño, a sus 16 años, jugaba fútbol con sus amigos del barrio, le decían el “Chacho”, “yo era un jugadorazo, es que aquí donde usted me ve, yo era el mejor del barrio y tenía matadas a todas las niñas”. Pero un día en uno de los campeonatos que se realizaban en el barrio, recibió un golpe que le afectó severamente una de sus piernas: se le rompió el tendón de Aquiles y no pudo volver a jugar. Ahí su vida dio un vuelco, pues ser jugador profesional de fútbol era su sueño.

 

Al pasar los años, terminó su bachillerato en Neiva pero por falta de dinero no pudo entrar a la universidad. “Yo siempre he sido pobre, o pues nunca he tenido manera de tener lujos. Siempre me ha tocado trabajar y ganarme la papita”. Entró a trabajar en una fábrica de cemento y desde ése entonces trabaja en lo que le llegue para darle a sus hijos los gustos que él nunca pudo tener. Hoy en día, reside en el barrio El Salado con su familia y a pesar de tener un trabajo tan “sofocante” como él lo llama, es felíz y puede vivir tranquilo en su hogar.

 

“Niña yo le aconsejo que le dé gracias a sus padres y a Dios porque tiene la oportunidad de estudiar y estar en la universidad, aprovéchelo porque yo no pude pero mi Dios me ayudará y me dará salud para que mis hijos también estudien y sean profesionales”

 

Por María Paula Montoya G.

 

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