top of page

Albeiro, papá que va en los buses endulzando a los pasajeros

Por: Lupe Sánchez

 

Todos los días Albeiro Bonilla se levanta para salir a las calles a rebuscarse el pan de cada día. “Grillo” como lo llaman sus amigos tan solo tiene 16 años, y desde hace 6 sale a las calles a vender caramelos de dulce y se sube a las busetas de la ciudad a ofrecer su mercancía. “El estudio no era lo mío, mi mamá me daba muchos chancletazos por cada examen que perdía yo era muy malo para el colegio así que me salí de estudiar”. Su tío Jairo lo llevó a la Plaza de la 21 a cargar costales y a hacer mandados, desde entonces le gustó ganar plata sin necesidad de estudiar, así que solo estudió hasta cuarto de primaria.

 

Albeiro tenía un dilema, su tío también lo regañaba mucho porque le gustaba estar en la calle y si regresaba a la casa, su mamá lo iba a poner otra vez a estudiar. En esos días mientras “parchaba” con sus amigos conoció a Duvan, quien trabajaba vendiendo dulces en los buses y que ganaba muy bien, a veces las personas sentían lastima por él y le daban más de lo que costaban sus productos; solo trabajaba medio día, el resto hacia lo que quería y lo más importante era que no dependía de nadie ni recibía regaños.

 

Albeiro es tímido, le da pena hablar y no es capaz de mirarme a los ojos mientras responde. Sus amigos lo molestaban por “lamparozo”, es decir vanidoso, al contarme sus historias de  peleas con otros vendedores para que no le quitaran las subidas a las busetas. Orgulloso muestra dos puñaladas que recibió en una pelea a sus 15 años, una de ellas en la pierna y la otra en la espalda.

 

Hace un año en un bar del centro de Ibagué, conoció a Karina; una joven de 17 años que le cautivó su corazón y lo enamoró, “Mi hembra me flechó ése día en plena farra, eso fue amor a primera vista”. Desde entonces son novios y ahora esperan un hijo, Karina tiene 5 meses de embarazo, recibieron la noticia muy asustados pero con ganas de salir adelante. Albeiro tiene que trabajar más y busca siempre trabajos alternos. Debido a algunas normas que existen en las empresas de buses, a veces no le permiten subir a las busetas a vender dulces e inicia el rebusque limpiando vidrios y tomándole la presión a las llantas de los buses a cambio de cualquier moneda o ayuda que las personas le puedan dar, para poder ir comprando todo lo que su bebé y su novia necesitan. Karina y Albeiro aún no saben si será niño o niña, el dinero no les ha alcanzado para las ecografías, con lo del día escasamente consiguen para la comida y pañales.

 

“Desde que en algunas empresas de buses les ordenaron a los conductores no dejarnos subir a vender cositas, es más difícil el trabajo” afirma. Algunos chóferes los dejan porque ya les son conocidos, otros les hacen mala cara y no los dejan subir. Alguna vez tuvo un altercado con un conductor; ya era de noche y Albeiro solía bajarse para su casa en la misma buseta donde vendía por última vez en el día, ese día le pidió el favor a un conductor que lo dejara trabajar y este le respondió que era un marihuanero, que buscara trabajo, y que no lo dejaba subir. Albeiro con rabia se subió y apuñaló al conductor en el brazo, la policía lo capturo y estuvo preso 5 meses.

 

“La cárcel era un hotel”, así es como la describe Albeiro. En los meses que estuvo allí, nada le faltó. Comía más que cuando estaba en la calle y los domingos sus amigos lo visitaban. “Habían algunos parches “calenturris” que querían pelarme la espalda, pero pues cuando uno llega a la cana lo primero que tiene que buscar es un parche que lo cuide a uno, a mi me hicieron la bienvenida, me calviaron y me dijeron que no podía vender drogas ni armas, que el negocio ya estaba y que no querían ningún sapo, yo ahí de medio chistoso les pregunte que si podía vender dulces, desde ahí me dejaron calmado, cuando salí, salí gordito, todos se reían de mí que me devolviera, pero ya la calle me hacia falta.

 

Para no volverse a encontrar con el conductor que había apuñalado, Albeiro cambio de rutas, no quería tener problemas de nuevo. Algunas veces, ve al conductor y como es de esperarse se ofenden; pero no ha vuelto ha pasar nada grave.

 

La tienda donde éste vendedor compra sus barriletes queda en barrio El Jordán tercera etapa; llega a este lugar todos los días a las ocho de la mañana, desde hace dos años.  Allí la bolsa de barriletes es más barata y a veces logra que le fíen, cuando se ha gastado la plata en algunos servicios, “ahora que tengo mujer embarazada, me toca sacar plata de los árboles, para tenerla bien, con un techo y la comida que es lo mas importante, yo quisiera tener mejor trabajo pero la gente cuando uno no tiene estudio y ha estado en la cana no le dan”.

 

Albeiro sueña con tener una casa propia, su negocio y su carro. Para cumplir éste sueño junto a Anderson, un compañero de calle, están pensando irse al Caquetá donde están contratando jóvenes para cosechar y le pagan mucho mejor de lo que gana todos los días vendiendo dulces. Aunque se tiene que alejar de su esposa y de su bebé, sabe que es un sacrificio porque no siempre se va a subir a las busetas a vender, “en la calle hay de  todo, vicio, mujeres, trampas y a junior o juniar no lo quiero ver ahí, no quiero un hijo como yo, la calle es mala y de aquí me quiero salir”.

 

Por Lupe Sánchez

 

 

bottom of page