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Jaime Mondragón un ejemplo de perseverancia

Por: Jessica Paola Vargas

 

Exterior: día / Lugar: Calles de Ibagué / Hora: 4:00pm

 

Jaime sale todos los días bien temprano de su casa en el barrio Las Delicias, ubicado en la comuna número 6 de la ciudad de Ibagué, dirigiéndose hacia su trabajo ubicado en la Calle 42 # 2- 28 Casa Club donde queda ubicada la sede de la empresa Expreso Ibagué, para cumplir con la extenuante jornada laboral.

 

Esperaba ansiosamente a don Jaime a pocas cuadras de la empresa al lado de una cafetería para poder conversar un rato con él. Varios conductores me acompañaron a esperarlo, pues no lo conocía personalmente. A su llegada ellos le pegaron un grito, señal de aviso para se acercara rápidamente.

 

- ¿Usted donde estaba? – Preguntó uno de los conductores

- En el centro, haciendo un mandado, responde Jaime.

 

Pocos minutos antes del encuentro habíamos hablado telefónicamente y me imaginaba que era de avanzada edad por su tono de voz, me sorprendí al verlo. Es una persona joven con 39 años de edad, de piel trigeña, de ojos cafés, cabello negro y acuerpado.

 

Se caracteriza por ser una persona alegre, amigable con sus compañeros de trabajo. En la empresa lleva trabajando siete años, al inicio empezó ejerciendo como conductor aproximadamente cuatro años pero por padecer una enfermedad llamada vértigo le tocó obligatoriamente alejarse de recorrer las calles ibaguereñas.

 

Actualmente Jaime se encarga de hacerles los “mandados” a sus compañeros conductores como por ejemplo pagándoles los permisos, los servicios públicos o ayudándolos con diligencias que  tengan pero por motivos laborales no las pueden hacer. A los propietarios de algunas busetas les paga el rodamiento o el sueldo que deben de recibir por parte de los conductores.

 

Al hablar de su enfermedad, con voz entrecortada expresa que esto le ha generado un cambio en su vida porque nunca pensó que le fuera a ocurrir esto. “Me sentía agotado, los mareos eran constantes, veía doble y hasta me daban nervios conducir”.  Pensó que este problema no le iba a generar consecuencias mayores pero cuando el médico le dio la noticia que no podía seguir conduciendo por el resto de su vida, fue algo traumático para él. Con el pasar de los días sus extremidades se estaban debilitando pues el vértigo es una enfermedad asociada a la poca visibilidad en los ojos, mareos constantes y zumbidos en los oídos.

 

Ha tenido durante toda su vida tres mujeres, por eso se considera un picaflor y sonríe al hablar de su familia. Tiene cuatro hijos, todos de diferentes relaciones sentimentales.  Con su actual esposa llevan ocho años compartiendo alegrías y tristezas, dos hijos hacen que este hogar luche diariamente por salir adelante. “Me enamoró de ella su dulzura, la conocí porque soy el mejor amigo del hermano mayor de ella”, expresa Jaime.

 

Desde hace tres años Jaime fue reubicado por la empresa Expreso Ibagué por su delicado estado de salud. Como mensajero, realiza diariamente los mandados ya que les paga algunas facturas de los conductores, envía correspondencias en los correos certificados de la ciudad, ya que la mayor parte de su jornada laboral mantiene fuera de la empresa. “Me gano el mínimo y me veo a gatas para pagar el arriendo”, comenta Jaime, mostrándose sincero al conocer su realidad pero agradecido con Dios porque la vida tiene segundas oportunidades.

 

Desde los 18 años, Jaime empezó a conducir. Se fue convirtiendo poco a poco en su pasión hasta el día en el que el vértigo fue la causa de su retiro. En sus actividades libres, le gusta compartir con su familia en casa o salir a algún lado con hijos un día domingo. En la empresa, le gusta compartir con sus compañeros en sus ratos libres en la cafetería ubicada en la esquina de Expreso Ibagué, generalmente acompañado de café y pan. Después de cada mandado, él hace una pausa en este sitio antes de que sea llamado a hacer otro mandado por parte de sus jefes o de algún conductor.

 

Sus compañeros lo consideran como una persona especial y como él popularmente dice “Me llevan en la buena” porque les colabora en todo lo que necesitan. Agradece el gesto de algunos conductores que al terminar el mandado le regalan para lo de la gaseosa o le dan algunos billetes después de realizar algún pago. Todos los días le pide a Dios que ayude a sacar adelante a su familia, pues ellos son el motor de su vida.

 

Por Jessica Paola Vargas 

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