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El corazón en el pecho y los pies en la tierra

Por: Daniel Felipe Cubillos

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        e encontraba con mi papá en el patio de la casa cuando mi mamá se levantó de su cama diciendo, mija, cómo le parece que anoche tuve un sueño haciendo unos bizcochos y aún recuerdo cómo hacerlos… camine los hacemos”. Ese fue el nacimiento del polvoroso, el producto estrella de La Ibaguereñita y uno de los más apetecidos por María Eugenia, su familia y sus clientes.

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María Eugenia Ruiz ha experimentado lo que significa hacer un negocio desde ceros. Ese es el caso de La Ibaguereñita, una empresa de alimentos que fue creada por sus padres cuando ella era aún una niña. Gracias a la tradición familiar es inevitable para María Eugenia negarle el valor sentimental que se merece dicha organización. Sin embargo, en el año 2002 con el fallecimiento de su madre surgió la posibilidad de comprar el negocio de la familia para convertirse, junto con su esposo Campo Elías Murillo, en propietarios únicos, para lo cual requirieron pensar con cabeza fría si era viable o no endeudarse para emprender este nuevo proyecto. “No eran sólo mis sentimientos, yo sabía que el producto tenía posicionamiento y la marca era reconocida en Ibagué. Sólo necesitábamos ponernos a trabajar para sacarlo adelante” afirmó María Eugenia.

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La cocina tradicional tolimense es un conjunto de recetas que nos han heredado nuestros antepasados, un conjunto de platos que son memorias del estilo de vida que antes se llevaba. Para María Eugenia estas recetas son sinónimo de crecimiento, aprendizaje, experimentos, pero sobre todo de esfuerzo. Los padres de María Eugenia solían ser administradores de fincas en el Quindío hasta 1974 cuando deciden viajar a iniciar una nueva vida en Ibagué. Sin conocimientos previos en panadería, Iván de Jesús Ruiz y María Cecilia Murillo toman la decisión de iniciar un nuevo negocio. En aquel entonces sólo contaban con una receta: la galleta de leche. En la actualidad La Ibaguereñita cuenta con un amplio portafolio de productos entre los cuales se encuentran el polvoroso, las cucas, el suspiro, el bizcocho calentano, las rosquillas vallunas y el tan conocido bizcocho de achiras.

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“Mi esposo y yo éramos comerciantes y nos iba bien, con el negocio de la compra y venta de mercancías logramos tener nuestra primera casa propia”. En el año 2002 la señora María Cecilia Murillo fallece y se lleva consigo las ganas de continuar trabajando en La Ibaguereñita de su esposo Iván de Jesús Ruiz. “Mi papá dijo que iba a vender el negocio porque ya se sentía sólo, mi hermana quería viajar a España para reunirse con su esposo, y yo quería continuar con nuestro negocio familiar”. Al instante María Eugenia supo que comprar La Ibaguereñita era una gran oportunidad y fue cuando tomó la decisión de convencer a su esposo de que lo jugaran todo para sacarla adelante.

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El primero de noviembre de 2002 María Eugenia y Campo Elías decidieron vender su casa y concretar el negocio con el padre y la hermana de María Eugenia, para así comenzar a trabajar en su nuevo proyecto. En la actualidad La Ibaguereñita tiene 43 años, de los cuales 15 han representado el esfuerzo por mantenerse vigentes en el mercado y actualizados a las exigencias de los paladares de sus clientes por parte de la familia Murillo Ruiz. “La Ibaguereñita ha tenido grandes cambios desde que la adquirimos… tiene alta tecnología en los procesos de producción y embalaje, además de certificaciones de calidad que garantizan que nuestros productos cumplen con todos los estándares” afirmó Campo Elías Murillo.

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Hasta el año 2002 el negocio era artesanal puesto que la mayoría de los procesos eran a pequeña escala. Pero ellos decidieron darle un giro a la empresa instalando maquinaria de producción industrial para hacer más eficientes los procesos y así poder aumentar la producción. Hoy día entre empleos directos e indirectos La Ibaguereñita ha ayudado al sostenimiento de alrededor de 100 familias. De esta forma y gracias al esfuerzo ha pasado de ser una tradición familiar a un negocio sostenible. Así lo afirmó William Soto Rengifo, trabajador de La Ibaguereñita: “Por lo general yo me encargo de lo más urgente en el momento, ya sea en ventas, empacando producto, organizando u operando las máquinas”.

 

Por lo general las labores dentro del negocio exigen que todos tengan la capacidad de responder a cualquier adversidad, es por ello que tanto los trabajadores como los dueños del negocio hacen de todo. “La señora María Eugenia nos trata a nosotros como si fuéramos sus hijos y nosotros a ella como si fuera nuestra madre” indicó William. Según los trabajadores el ambiente familiar hace que sea muy acogedor trabajar allí y por ello esperan que La Ibaguereñita continúe creciendo por muchos años más.

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Por otro lado, los clientes reconocen a La Ibaguereñita como un establecimiento que vende productos deliciosos y de alta calidad. Este es el caso de Laura Carranza, “sé que es un lugar que tiene certificaciones de calidad y productos deliciosos… por lo general yo compro achiras y polvorosos para mi propio consumo y para compartirle a mi familia”. Al igual que Camila Merchán, “he consumido achiras y rosquitas… a mí me encantan las achiras de La Ibaguereñita, creo que son únicas ya que nunca he probado otras iguales”. Gracias a esa calidad, el buen servicio y las recomendaciones de sus clientes La Ibaguereñita tiene la posibilidad de llegar a más personas. “Desde que se los di a probar, algunos familiares cuando pasan por Ibagué aprovechan para comprar achiras en La Ibaguereñita, para llevarlos a sus amigos y familiares o me piden que se los envíe, ya que les encanta su sabor” indicó Merchán.

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Ahora es el turno de que Camilo y Andrés Murillo tomen las riendas del negocio. “Siento que en algún momento mis fuerzas no van a ser suficientes para soportar las exigencias que requiere un negocio… mi gran anhelo es que mis hijos continúen con esto” afirmó María Eugenia. Ella cuenta que siempre ha procurado enseñarles a sus hijos que busquen ser empresarios porque su padre también la educó a ella con esos valores.

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Haciendo retrospectiva de los últimos 43 años, María Eugenia considera que La Ibaguereñita les ha dado todo a ella y a su familia, y eso se lo ha transmitido a sus hijos. “Mi madre nunca nos ha presionado para que trabajemos en el negocio, sin embargo, siempre nos incentivó a mi hermano y a mí a ser empresarios para brindar empleo en lugar de ir a buscarlo” afirmó Camilo Andrés, hijo mayor de María Eugenia. Hoy día María Eugenia y su esposo se encargan de preparar a Camilo y a su hermano para que en el futuro tomen el control de La Ibaguereñita ya que fueron ellos quienes tomaron la decisión de seguir adelante con el legado familiar que se convirtió en un negocio próspero.

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