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Después de la muerte hay nueva vida

Por: Erlanyi Pontón Vásquez

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   a lechona es un plato típico del Tolima. Este plato está compuesto por carne de cerdo y arveja cocinada. Es servido con arepas de maíz blanco y una variedad de natilla que localmente se conoce como insulso, y puesto en un plato o en una caja de icopor. En Ibagué existe una lechonería llamada Eduvina y aparte de ser una de las mejores de la ciudad, vende su producto enlatado.

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Rodrigo Páez, tiene 45 años y es oriundo del municipio de El Líbano. Tiene dos hijos y una “bella esposa” como él lo dice, y desde los 5 años reside en la ciudad de Ibagué. Desde que Rodrigo tenía 10 años vio a sus padres trabajar en la plaza de mercado en un puesto de lechona y tamales. Con los ingresos que recibían, lograron comprar una casa y darle estudio profesional a sus tres hijos.  La familia Páez siempre estuvo en este negocio ya que son de origen tolimense y siempre han estado arraigados a la comida tradicional de la región.

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Cuando “Rodri”, como lo llaman de cariño sus trabajadores, tenía 16 años entró a estudiar Administración de Empresas. Pero cuando tenía 18, una extraña enfermedad que empezó “con una simple gripe y escalofríos” invadió su cuerpo, postrándolo en una cama durante tres años e interrumpiendo definitivamente su ciclo académico. En ese tiempo, dejó de compartir espacios libres con su familia y amigos. Tenía que estar aislado de todo y de todos. Sus utensilios para comer, estaban separados de los demás. En pocas palabras Rodri vivía en una burbuja en la que solamente entraban sus padres, con un traje especial para no contagiarse de aquella extraña enfermedad que hasta el día de hoy desconocen.

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Cuando logra superar la enfermedad, no continúa con sus estudios y empieza a trabajar en la plaza junto con sus padres. Páez afirma, “sin pensarlo, yo ya estaba aliviado, no me pregunte ni el cómo ni el por qué, porque no tendría algo para responderle ya que pasó de un momento a otro”. Cierto día llega una bella chica a la lechonería y a Rodrigo le atrae. Después de varios minutos de estarla observando, percibe que la muchacha tiene muchas manchas rojas en su piel y una manta que cubría su cuello y boca. Sin importarle esto, se acercó a ella y le hizo la charla hasta que ella se tuvo que ir.

 

Ella tenía una infección la cual “empezó en la cara. Me llevaron al médico y no encontraron una explicación lógica para el brote. Pasó una semana y  yo ya estaba con algunas manchas rojas en la cara pero ya no tenía brote, entonces pensé que eran secuelas y me apliqué un gel para que sanara más rápido pero empeoró todo, hasta el punto de darme una infección. Me impedía hacer muchas cosas y una de esas era comer en el mismo plato de otra persona” señala Andrea. Cuando ella le contó eso a él, de inmediato se sintió conectado con ella, porque él ya había vivido eso.

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Rodrigo tenía 24 años cuando se vuelve el novio de “Morita”, como él le dice de cariño. Sin importar su infección, “esa morochita ya era mía” como afirma él con una sonrisa en su cara. Al pasar seis meses, Andrea Núñez logra sanarse y contrae matrimonio con Rodrigo Páez.

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Desde que se casaron empezaron a trabajar con una lechonería del Tolima. “Fue ahí  donde nuestro amor se fortaleció y nace nuestra idea. Idea que hoy en día nos ha llevado a muchas personas” dice Andrea. Cierto día, “el jefe empezó con una actitud muy desagradable y empezamos a tener problemas y decidimos mejor irnos para evitar inconvenientes peores”. Así que decidieron retirarse del trabajo para abrir su propio restaurante donde sólo vendieran comida tradicional del Tolima. Se asociaron con los padres de Rodrigo y de este modo forman el negocio que hoy en día los ha llevado al éxito.

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Deciden ponerle el nombre que sus padres siempre le habían puesto a su negocio: Eduvina. Fue por estrategia comercial ya que mucha gente conocía esta lechonería. Pasó un año y medio y era una lechonería como todas, pero en ese momento Andrea recae y se repite la historia donde ella debía aislarse de todos y donde no podía compartir sus utensilios para comer con nadie. Son dos meses en los cuales Rodrigo sólo comía productos enlatados ya que no le quedaba tiempo para prepararse su propia comida, pues tenía que estar pendiente de su esposa, del restaurante y de sus padres que para ese tiempo ya eran adultos mayores.

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Una noche, estaban Andrea y Rodrigo sentados en el balcón de su casa recordando todos esos momentos en los cuales habían pasado por la extraña enfermedad de él y de ella, y es ahí donde conciben la idea de vender lechona enlatada, ya que podía llevarse a todos lados, y pese a que tenía que pasar por varias manos al prepararla, no representaría ningún problema pues al transportarla y consumirla no estaría tan expuesta.

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“Empezamos desde cero, alquilábamos la máquina para sellar la lata, compramos 1000 latas porque pensamos este es nuestro negocio, le pagamos a otra señora para que nos ayudara a pegar los stickers en las latas. No, mejor dicho, ya estábamos hechos” afirma Andrea. Al principio la idea no les resultó rentable ya que nadie les compraba y “nos dimos una apretada de lechona durante dos meses” dice él. Después se les ocurrió ir a regalar lechona enlatada para así hacerle publicidad al producto.

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Cuando Andrea tenía 28 años y Rodrigo 30, decidieron tener un hijo, pero lo que ellos no sabían era que la vida les regalaría gemelos. Es entonces cuando dejan de lado la idea de la lechona enlatada y se dedican al restaurante de comida tradicional y a sus hijos. Dos años después los padres de Rodrigo fallecen.

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La lechonería empieza a verse afectada ya que sus fundadores habían fallecido y su socio había entrado en una ligera depresión por la pérdida de sus padres. Dos meses después, Páez se levanta una vez más y retoma la idea de vender lechona enlatada. Y es ahí donde empieza a dar resultado la idea que un día nació gracias a las dificultades de salud de ellos. Pasaron 3 años y el negocio cada vez iba creciendo más y más.

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“Una vez más empecé desde cero, pero dije: si vamos a empezar, que sea bien. Entonces compré la máquina de sellar, compré 500 latas y contraté a dos jóvenes. Una ponía stikers y otra pasaba la lata para sellarla y yo empacaba la lechona. Y así fue que empezamos” afirma Rodrigo. Cuando los hermanos de él y ella vieron su crecimiento, decidieron asociarse para de este modo crear un negocio familiar y empezar a expandir Eduvina por toda la ciudad y por el departamento del Tolima.

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Con el pasar del tiempo, Rodrigo creó la fábrica donde se hace la lechona y donde se enlata. También tiene el restaurante situado en varias partes de la ciudad. Hoy han pasado 10 años desde que Rodrigo incursionó en el mercado para vender lechona enlatada y eso es lo que más ha llamado la atención de aquellas personas extrajeras  que visitan cada restaurante Eduvina.

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