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Por: Laura Mercedes María Socha

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“Cogía un cuchillo, una olleta, limones mandarina y hacía una jarrada, me tomaba eso con sal y me iba para el lote de café, cogía las pepitas rojas y las echaba a la olla, las machacaba y las ponía a secar... me encantaba jugar con eso. Mi felicidad era irme para ese patio”. Así recuerda Angélica Tovar su infancia, su pasión por el campo y cómo éste ha influido en su vida como empresaria.

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Esta chaparraluna madre de dos hijas proviene de una familia numerosa conformada por sus padres y nueve hermanos, creció en un entorno en el que las posibilidades de salir adelante escaseaban, por un lado su familia no estaba muy bien económicamente y por otra, no apoyaban que ella no se preparara para ser ama de casa, ya que por aquella época la mayoría de mujeres se dedicaban exclusivamente a sus hijos y las labores domésticas. “Mi papá me decía: Angélica ¿usted este año qué va a hacer? Usted tiene que aprender a planchar porque está haciendo once, ya mismo va a salir y va a conseguir esposo y ¿qué va a hacer con su vida?”- afirma Tovar. Sin embargo, sus ganas de progresar no se vieron eclipsadas y desde los 9 años ha sido una mujer emprendedora, como ella misma se define, que ha trabajado fuertemente y ha sido persistente en todos sus proyectos.


El amor al café y al campo Angélica se lo atribuye a su abuelo materno Teófilo Caleño, quien fue cafetero durante toda su vida y a quien desde pequeña ella ayudó a escoger el mejor café para irlo a vender. Lastimosamente, todos los recuerdos que ella tenía de Puerto Saldaña con su abuelo fueron destruidos junto con el pueblo un 28 de abril del año 2000 en una toma guerrillera. Su tío alias “Canario” era el jefe paramilitar del pueblo y debido a eso la familia recibía constantes amenazas y fue hasta esa fecha que la guerrilla decidió hacer “el caserío a los pájaros”.


“En Puerto habían unas lomas y me subían a un caballo encima del café y me echaba días completos en bestia, oliendo campo, mirando cascadas, jugando debajo del café… yo llevaba cobijas y me quedaba dormida debajo de los cafetales”.


Siguiendo el legado de su familia y las tradiciones de este trabajo, Tovar decidió estudiar Administración de Empresas Agropecuarias a distancia en la Universidad del Tolima, puesto que esta carrera estaba relacionada con el campo y así fue como surgió su proyecto de grado Casa Café Matiz. Allá se hacía todo, se sacaba, tostaba, molía, se empacaba y se vendía. Casa Café Matiz tomó fuerza con el tiempo y ahora busca beneficiar a los campesinos ayudándolos a tener una mejor calidad de vida.

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Como pedagoga en el SENA trabaja en el área de agricultura del café, allí dicta dos cursos: Técnico en producción de café de alta calidad y Aseguramiento de la calidad del café en la empresa cafetera.


Angélica ha logrado trasladar esa enseñanza a los campesinos a través de su proyecto. “Casa Café Matiz es eso, abrir un poquito los ojos y decir miren, ustedes pueden hacer eso, les enseño, yo estoy dando clases y hagamos esto. Instrúyanse, aprendan, ármense de conocimiento para que no nos dejemos dar en la cabeza, asóciense, yo los motivo mucho a que se asocien”, afirma.

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Agrega que incentiva mucho a las mujeres campesinas a que hagan diferentes trabajos con el café, ya sea vendiéndolo, haciendo postres de café, tortas, entre otras cosas para que se puedan ganar algo del esfuerzo que emplean. La mujer campesina por lo general es la que cuida los hijos y la casa; según Angélica en el mundo del campo el machismo es el rey y si la mujer logra librarse de ese yugo es una cualquiera, pero si la mujer se le aguanta al marido es porque es una buena mujer.


En estos momentos Angélica no tiene finca, pero ha empezado a identificar en dónde hay un muy buen café para comprarlo, mejorarlo y venderlo para darles a los campesinos regalías por las ganancias. “La gente del campo es una biblia de conocimiento y nosotros no valoramos eso”, exclama Tovar.


La idea que se había propuesto hace algunos años ya está en marcha “¡soy exportadora!” – afirma con mucha emoción, ya ha mandado dos muestras, 10 libras a México y 4 libras a Alemania el mes pasado. El 10 de noviembre envió 10 libras para España.


Debido a esto Angélica se contactó hace poco con Judith Machado, una colombiana radicada en Alemania que tiene una fundación llamada Fundación Huellas, la cual tiene como objetivo ayudar a niños campesinos colombianos de escasos recursos. La idea a futuro es comercializar el café y sacar una parte de las regalías de Café Casa Matiz para la Fundación y hacerles llegar la ayuda a estos niños desde Alemania hasta acá “mediante este pechito” (sonríe).


Tovar se describe a sí misma como una persona alegre, con sentido del humor, pícara, emprendedora y persistente, lo que Alexander Ospitia, un amigo de hace 12 años, confirma pues señala que es una persona emprendedora, que ve un negocio donde otras personas no lo ven y que es una negociante que piensa en comunidad y en sociedad, “eso sí, es una loca completa […] y nunca la he visto de mal genio”.

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Siempre ha existido café en su entorno y cada vez que alguien llega a visitarla tiene una taza de café caliente esperando para una buena charla, “quisiera ser recordada por el legado que dejé, el aprendizaje que enseñé y porque la gente se beba un café y diga ¡ah! Esto sí es café de Angélica […] ser inmortal es ser recordado”.

Una pasión con aroma de café 

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