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Primer momento

 

¿Y cómo llegamos aquí?


 

Por: Jose Morera 

¿Cómo convencer a alguien de hacer algo que está en contra de sus gustos? Pasé una semana entera pensando en cómo lograr que Carlo se metiera conmigo al pogo, un “baile de locos” del que no haría parte, o eso creí. Los sonidos estridentes a los que no está acostumbrado, el sudor de los cuerpos chocantes y los golpes que surgen de la furia liberada, pudieron ser motivos para que se desanimara. Eso, o quizás me escucho cuando le conté a Manuelito, como él le dice, de la vez que me reventaron los labios en pleno concierto. 

 

Carlo no escucha rock, a él le gusta el vallenato, la salsa y las rancheras. La vez que lo vi bailar en la mesa de ping pong daba rollitos con sus manos y salticos con los pies restregándome su victoria en una partida. Él es buena onda, de modales, a ratos es tierno, le gusta arreglarse y andar bien peinadito. ¡Cómo es que me toca ir con un tipo como él al Ciudad Rock! ¿Un vallenatero en medio de rockeros? Ni loco lo habría pensado unas semanas atrás, pero ahora no tengo marcha atrás, él es un buen compañero y debo cumplir con mi deber periodístico.

 

Quedamos de encontrarnos a las dos el domingo para cubrir el ICR. Iríamos él, yo, Adriana la jefa de redacción y dos compañeros más, Mafe y Juan Manuel. No podía de los nervios ¿Qué tal que me golpeen al muchacho? No, Carlo es valiente y quien quita, de pronto le quede gustando. Fui con un primo metacho dos horas antes de empezar, hablamos un rato mientras él fumaba un cigarro. Hacía tiempo que no nos veíamos. Leo y yo amamos el rock, él se burla de mi cada vez que se acuerda cuando llegue todo reventado a la casa después de durar casi un concierto entero dentro del ruedo. 

Vi y saludé a varios parceros, pero solo uno se nos unió al parche. Gámez es rockero hasta los huesos, es de los que le gusta dar pata y cubrirse con su chaqueta de cuero. No veía a Gámez desde el colegio, con eso se me pasaron los “nervios” de que le pasara algo a Carlo y entre en confianza. Faltaba media hora, los tres nos levantamos a regañadientes de las gradas porque un policía nos dijo que era área restringida, Leo lo madreó a las espaldas, pero ya que, vayamos a hacer fila. 

 

¡No dejan entrar bolsos maldita sea! Gritó Leo. Cogí mi maleta y metí las cosas de todos en ella, pagamos dos mil pesos por la guardada. Le pregunté a Gámez el costo de la entrada y dijo que las primeras tres mil personas entran gratis por una iniciativa de la alcaldía. ¡Gratis! no lo podía creer. Faltaba un cuarto para las dos cuando los policías de la entrada nos hacen quitar los zapatos para una requisa. "Nada de correas, armas, alucinógenos, maletas o bebidas alcohólicas adentro", dijo.

 

Estaba soleado, menos mal porque el día anterior Gámez se pegó una mojada por escuchar a Dafne Marahuntha. La fila empezó a moverse cuando escucho: ¡José! Era Mafe que gritaba dentro del carro de doña Yaneth, su mamá. Corrí hasta el final de la fila donde estaba el carro. Ella estaba muy, pero muy elegante con su blusa estampada de florecillas. Doña Yaneth abrió los ojos cuando vio a toda esa manada de personas “raras” a las que no está acostumbrada a ver. Desde que Mafe se bajó del carro con su cámara, doña Yaneth no hacía más que intentar convencerla de que se devolviera. El carro arrancó hasta alejarse y desaparecer. Bueno ¿y Mafe qué?

 

Ella fue valiente, se quedó. Miraba con angustia su teléfono, tomó la manga de su blusa y dijo: "Este no es mi ambiente".

La acompañé. No pensaba dejarla sola en la entrada por nada del mundo. Suena el teléfono, sentí la tensión que ella sentía. "No mamá, no pasa nada, ya estoy aquí y no pienso dejar a los muchachos botados", ella dijo algo así y colgó. Su abuelo fue más tierno y compresible, le dijo que se cuidara y le deseó suerte en un mensaje de whatsapp. 

 

Doña Yaneth no estaba tranquila, llamaba a Mafe con frecuencia. Comprendo su preocupación ¿Qué tal que le pasara algo a su hija? Pero esta es solo una de las muchas ocasiones en la Mafe o cualquiera que se quiera dedicar al periodismo se debe empapar y sumergir en las historias, vivirlas para luego revivirlas con las letras o cualquier otro rastro del tiempo, cualquier otra forma de encapsular el lugar y el momento del que hoy solo quedan los vestigios.

 

Carlo ya estaba en la fila, Adriana estaba al lado y Juan Manuel caminaba hacia nosotros; la sonrisa, los audífonos, el estilo de Juan me abrieron los ojos. Juan, Carlo, Mafe, Adriana ¿Estaban en el lugar que les corresponde? Era curioso ver como los cuatro resaltaban alrededor del resto de personas. Era agradable, cualquiera puede entrar y ser quien es sin temor a ser juzgado por mostrar su identidad. Era inquietante, ¿qué resultaría de los cinco una vez adentro? Todos nosotros estábamos a punto de dar un paso adelante para vivir una nueva experiencia desde diferentes ángulos.

¿Qué paso con Carlo? Estaba sonriendo, creí que estaría muerto del miedo, pero no. Ya estábamos completos, solo era cuestión de tiempo. Debimos ir a la entrada de prensa y esperar un rato, cuando entramos, dimos una vuelta alrededor del lugar y después empezamos a cubrir historias. Mi misión era llevar a Carlo a su primer pogo, no quería que estuviéramos los dos solos, así que decidí presentarle a mis dos compañeros.

 

Leo y Gámez lo incluyeron en el grupo como a uno más de la manada. Carlo estaba entusiasmado, Juan Manuel hacía entrevistas persuadiendo a las personas de ser grabadas con su voz característica. Mafe estaba fotografiando el lugar con una sonrisa en el rostro. Leo, Gámez y yo le dimos unas indicaciones a Carlo antes de que entrara. Cuidado con la cara y agárrese duro de nosotros. Carlo sonreía y nos seguía la corriente. 

 

 

 

 

 

 

El ambiente era espectacular, sentía como las vibraciones corrían por todo mi cuerpo, el corazón me latía fuerte y la sangre que fluía por mis venas estaba hirviendo dentro de mí. No era lo único, adrenalina y éxtasis se respiraba en la atmosfera, no sé si era eso o alguna otra cosa… Bueno, como la cosa apenas iniciaba esperamos hasta que los demás entraran en confianza para iniciar el ruedo.

 

A Carlo le fascinan las chicas, como a la mayoría de los hombres, el problema es que el gusto de él no se compara con el tipo de chicas que van. Mientras Leo y Gámez miraban como un par de idiotas a las chicas pasar, Carlo rondó un rato y se juntó con Juan Manuel. Nuestro grupo, exceptuando a los mirones, salimos a tomar algo, cuando volvimos, oh sorpresa, El pogo había iniciado. 

 

Un chico con botas, pelo largo y pantalones cortos parecía un chivo brincando en el centro. Una chica de cabello azul desbordada de la alegría daba saltos y volteretas medialuna alrededor. Era una locura. El rostro de Carlo cambió, lo tomé del hombro y fuimos donde Leo y Gámez. Juan Manuel, bajo el lema de vivir una vida que siempre recuerdes, quiso experimentar la experiencia, se nos unió.

 

No se puede convencer a alguien de hacer algo que va en contra de sus gustos, es más, ahora me doy cuenta, no debí pensar así en un principio. Lo único que pude hacer fue estar con Carlo, acompañarlo cuando necesitaba de mi compañía, apoyarlo cuando quería descubrir cosas nuevas. Quería que Carlo sintiera la libertad, pero yo fuí preso de mis prejuicios. ¿Por qué intentar que alguien haga algo que no quiere? ¿Por qué un vallenatero no puede ir a un pogo, si somos y nacemos libres? 

Carlo fue porque él quiso y no porque yo lo convenciera, es raro porque me gustaría saber qué es lo que él habrá sentido... 

Segundo momento
"El pogo"
Por: Carlo Gualtero 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eran las 2:00 pm del 18 de octubre, cuando me encontraba haciendo fila para ingresar a un evento al cual iba a asistir por primera vez. Se trataba de Ibagué Ciudad Rock, un acontecimiento que se vive en la capital musical una vez al año. Asistí con dos firmes objetivos, el primero era conocer un poco más acerca de un género musical que ha trascendido y ha evolucionado con el pasar de los años, como es el rock. El segundo objetivo que para mi era el mas importante cumplir, y por el cual hoy escribo esta crónica, era poder vivir la experiencia de involucrarme al acontecimiento que en Ibagué Ciudad Rock nunca puede faltar, el pogo.

Mientras hacia la cola para entrar, esperaba a mis compañeros Juan Manuel, Jose, María Fernanda y a mi profesora y directora Adriana Guzmán, pues con ellos iba a compartir y a cubrir este evento. La primera en llegar fue Adriana, a los 5 minutos de la llegada aparecieron mis compañeros y amigos Jose y María Fernanda, por último arribó mi amigo Juan Manuel.

 

Al momento de ingresar al parque centenario puede observar a diferentes jóvenes y personas adultas disfrutando de las diferentes bandas de rock, que con su música iban animando y alegrando a todos los asistentes de este evento.

El momento se acercaba. Con el pasar del tiempo, el parque se iba llenando más, se observaba más asistencia de la que había cuando mis compañeros y yo entramos al centenario. Así como la asistencia se hacia cada vez mas abrumadora, el momento del pogo tampoco se hacia esperar.

Mientras mis amigos y yo indagábamos a varias personas sobre este suceso tan importante, esperábamos el momento que iniciara el pogo, y así poder experimentar por primera vez en mi vida esta particular forma de baile. Antes de que esto ocurriera les sugerí a mis amigos Jose y Juan Manuel que me acompañaran e hicieran parte del pogo, pues yo sentía mucho miedo de meterme, pero sabía que con la ayuda y el apoyo de ellos dos podía estar mas tranquilo y seguro al momento de ingresar.

¡El momento llegó!

Finalmente el momento de entrar al pogo había llegado. Asustado, nervioso y sudando, así me encontraba yo, pues sabía que no había marcha atrás.

¡Me metí! En ese instante mis amigos y yo nos separamos, pues los tres estábamos perdidos y simplemente nos dejamos llevar por la adrenalina del momento. Tenía el corazón a mil, las piernas me temblaban y por un momento me quedé paralizado del mismo temor que estaba sintiendo. A pesar de todas estas circunstancias pude tranquilizarme, respiré muy profundo y solamente intenté disfrutar mi primer pogo.

 

 

Conté con suerte, pues afortunadamente no sufrí ningún tipo de contacto peligroso, simplemente algunos empujones por la espalda, pero sin ningún riesgo para mi integridad física. Igualmente empuje, di patadas, puños, pero lo más importante fue el haber disfrutado junto con mis compañeros, quienes también contaron con suerte y salieron ilesos del pogo.

 

¡Sentí miedo pero me gustó!

Después de salir bien librado de la multitud de jóvenes que integraron el pogo, mi profesora Adriana me preguntó “¿Cómo te sentiste?” , a lo que ella me pregunta, la miro fijamente a los ojos, le sonrío y le respondo “Adriana, sentí miedo pero me gustó”.

Mi primer pogo, una vivencia inolvidable

El haber vivido desde adentro un pogo, me generó muchos sentimientos encontrados. El miedo, el susto, y la angustia que sentía eran para haber salido corriendo como un cobarde que no tenía las suficientes agallas de experimentar algo que era nuevo en mi vida. Sin embargo, a todo ese terror que estaba sintiendo minutos previos a ingresar al pogo, también hay que sumarle toda la emoción y alegría que sentí, y que gracias a ello tuve el privilegio de bailar al son del ritmo de guitarras eléctricas, de baterías y demás instrumentos que juntos se fusionaron en un solo género musical que nunca pensé sentir y vivir tan cerca, el rock, ¡si señores, el rock!

Carlo (izq)  Jose (Der)
Maria Fernanda Moore.
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