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Uniendo los hilos del folclor

Por: J. Hernández Parra

Una sonrisa amable será  una de las mejores formas de iniciar una conversación. Y si a esa sonrisa se le suma una risa melodiosa como el retumbar de una tambora, la conversación se tornará muy amena y es posible llegar a pensar que se puede hablar de muchas cosas más…

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¿Una tambora?  Sí. Una enorme tambora. Como la que se encuentra dándole la bienvenida a todo aquel que inicie una visita o recorrido al  municipio de El Espinal. Un instrumento adoptado por el pueblo tolimense para recordar la alegría y la calidez de su gente, para mostrar de forma implícita que la música, el baile y el folclor, se pueden hacer tradición y revelar la identidad de un territorio.

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Con una tímida sonrisa inició mi conversación con Luz Mila Moreno Álvarez, una espinaluna de 60 años, alegre y trabajadora, ligada a una máquina de coser.

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Mila, como la llaman sus amigos y familiares, se dedica a la costura. Su lugar de trabajo, su taller, se encuentra ubicado en una casa amplia y de techos altos de un barrio popular, el Santa Margarita María, un lugar célebremente conocido por ser la cuna de la preparación de múltiples reinas del folclor de El Espinal. Desde allí, reparte su tiempo entre las labores normales de una costurera y las diversas tareas que siempre han de aparecer para las amas de casa; se divide para ser madre, abuela, tía, amiga y modista.

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Después de desencajar la primera sonrisa de su rostro es bastante fácil verle hacerlo de manera constante, a esa sonrisa se le desprende por naturalidad un risa, que como el sonido de una tambora, en un principio se muestra un tanto débil, pero que con el pasar de los minutos adquiere una sonoridad constante y muy agradable. Así es Mila, sonriente la mayor parte del tiempo.

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Con más de 40 años entre telas e hilos, ella puede dar con demostraciones lo que la experiencia imprime en algún oficio. Cose lo que le pidan, arregla cremalleras, hace pantalones para hombre (algo complicado según dicen los que saben del arte de la costura), realiza vestidos para ocasiones especiales; fiestas de 15 años, graduaciones, vestidos de matrimonio y trajes típicos para muestras folclóricas. Éstos últimos son los que más alegría le han brindado. Viene de una familia con una pasión muy intrínseca por todo aquello que tiene que ver con el folclor tolimense, los bailes, las máscaras y la confección.

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Su madre era Concepción Álvarez, “Conchita” como comúnmente le conocían, una mujer que dedicó casi la mitad de su vida a la participación folclórica de El Espinal, preparó reinas, les enseñó a perfeccionar el baile de “San Pedro en El Espinal”, trabajó con grupos dancísticos y dejó una huella imborrable para éste municipio. Un salón destinado a diferentes muestras artísticas de La Casa de la Cultura de El Espinal lleva su nombre. Cuenta su legado y con orgullo muestra la gestión de alguien que preparó las dos reinas nacionales del folclor que pulula El Espinal.

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Frente a una de sus máquinas de coser, Luz Mila hace una pequeña pausa y retira sus viejos lentes, los que una vez dañados fueron reparados de forma artesanal con cinta adhesiva y deja ver sus expresivos ojos. Hablar de su madre y de sus recuerdos por ella le quiebra la voz, sus ojos no pueden ocultar el sentimiento que le invade y se humedecen. Durante unos segundos mira hacia un punto perdido de su taller, luego se frota la mirada, se acomoda los viejos lentes y vuelve a entablar la charla, esta vez con el timbre de antes, con una voz acentuada en melodía y que alarga un poco las palabras en su recta final, un acento que caracteriza a las personas de un Tolima calentano.

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Su mundo en la costura se da a través de las enseñanzas de su madre, en realidad dice ella, “mi mamá me enseñó lo básico, pero el ingenio para la creación de prendas es mío, es algo natural”. Mientras trabaja en la confección de un traje, un disfraz de porrista para una de sus nietas, Luz Mila con un tono risueño, indica que su madre entró en el mundo de la danza folclórica influenciada por ella, hace énfasis en que algunos sucesos trágicos pueden desembocar en situaciones favorables. Mueve de lado a lado y su cabeza y ríe.

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Luz Mila Moreno tenía la edad de 17 años y una noticia dolorosa la tocó en ese momento. Su padre, de origen espinaluno y retirado de la Policía Nacional, fallece en un accidente de tránsito,  quedando su madre sola al cuidado de sus cuatro hijos. Mila es la segunda de ellos.

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Nuestra modista antes de dedicarse a la costura estaba inmersa en el mundo de la danza folclórica. Desde la edad de 7 años se involucró en grupos de baile dentro de El Espinal, antes de la muerte de su padre había tenido una participación destacada entre las diferentes muestras folclóricas, las cuales le llevaron a mostrar sus talentos en otros pueblos del territorio tolimense, pero por razones obvias abandonó esto. Aunque solo fue por un tiempo.

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Concepción Álvarez, su madre, una mujer proveniente del departamento de Cundinamarca, migró hacia el municipio de El Espinal a la edad de 23 años, allí contrajo matrimonio con el padre de Mila y siempre estuvo ajena al mundo del folclor espinaluno. El fallecimiento de su esposo le sobrepuso bastantes problemas que pasaban desde lo financiero hasta quebrantos de salud. La depresión le invadió y según Luz Mila, empezó a perder la razón. Sus hijos preocupados por lo que acontecía con su madre buscaron la mejor entre varias soluciones. Luz Mila le habló a uno de sus mejores amigos “Carlitos” (como le llama ella y quien lamentablemente también falleció en un accidente de carretera),  alguien que compartía su pasión por el baile, para que acogiera a Concepción dentro de su grupo de danza, con lo que ella posiblemente se distraería y le podría ayudar como terapia. Carlitos aceptó y Concepción con más de 40 años, se ligó a un mundo del que no se desprendió sino hasta el día de su muerte.

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Concepción le legó a su hija el arte de coser y ella a su madre el amor por el baile y el folclor. Pero paradójicamente, Luz Mila dudó mucho en pertenecer al grupo de danzas de su madre. Ella asegura que el temperamento de su madre era muy fuerte y la pasión que le imprimía a la hora de preparar los bailes le hacía verse como una mujer recia. Cuenta cómo Conchita en una ocasión no soportó la falta de coordinación de una candidata y le tiró de sus cabellos, obligándole a marcharse. Tres días después la chica volvió y Conchita la aceptó. Ese año fue reina de El Espinal.

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El sonido de la máquina de coser es algo a lo que uno se acostumbra con facilidad. Después de un tiempo de estar escuchando el ronroneo del motor, pareciera ser uno de los sonidos propios del ambiente. Su casa-taller es un espacio amplio y fresco, pero lúgubre, lo que a mi parecer resulta extraño, pues la artista necesita de una visión óptima para el desarrollo de sus creaciones y creo que la escaza luz no le favorece.  No obstante, ella me hace saber que su visión es bastante buena y que no hay de qué preocuparse, por el contrario, ella asegura que este espacio es ideal para su labor. El techo es bastante alto, lo que mitiga el sofocante calor que se siente en las calles de El Espinal, claro está, que ella tiene sus propios métodos para contrarrestar el recio clima espinaluno, lleva su cabello muy corto y prefiere vestir de cortos y blusas de franela, también usa sandalias, una vestimenta propia de una tarde de río o de una cómoda estadía en el hogar. Las dos serían válidas.

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Esa especie de salón en donde tiene sus implementos de trabajo, sirvió alguna vez para albergar a esas señoritas aspirantes a reinas folclóricas que utilizaron aquel espacio para planear y perfeccionar las coreografías que posteriormente expondrían buscando el favor de los jueces. Una de ellas es recordada con gran aprecio por Mila, debido a que parecía una hija más de Conchita, y siempre pedía por su madre antes de alguna presentación folclórica. Era su soporte.

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Haciendo uso de unos viejos álbumes de fotografías, nuestra protagonista va forjando historias relacionadas siempre con temas folclóricos, pareciera la danza ser la estrella principal, pero intrínsecamente se puede apreciar en la mayoría de estas imágenes la belleza que imprimen los diversos trajes utilizados por las personas pertenecientes a los grupos de danza. Los colores vivos, impresos en estos creativos ropajes, parecen verse mucho mejor en el ritual de los bailes tradicionales tolimenses. Mientras narraba sus pequeños relatos apoyadas por las fotos, hizo su aparición en la casa una de sus hijas y una de sus nietas. Ésta última venía con maquillaje y peinado un poco inusual, su cabeza estaba adornada con una tiara muy particular, un “tocado”, un accesorio representativo de las reinas del folclor. Y es que precisamente su nieta, Angie, está participando en el Reinado del San Pedro y es la escogida por el barrio Santa Margarita María, ese barrio que ha aportado múltiples reinas a El Espinal.

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Angie Paola Aragón Molina es una joven espinaluna muy carismática y con una sonrisa bastante expresiva, es nieta de Luz Mila Moreno. Su abuela es la encargada de la elaboración de todos los trajes típicos y de fantasía que Angie estará utilizando a lo largo de su camino hacia la corona del folclor del municipio. Precisamente las ropas de porrista que Mila acababa de confeccionar eran para su querida nieta. Ese día la Alcaldía Municipal de El Espinal había preparado un desfile de carrozas en las que las diferentes reinas barriales irían vestidas con trajes de fantasía con temáticas deportivas. Mientras se realizaban los últimos ajustes al traje y a la reina en sí, se dejaban entrever las risas productos de los comentarios espontáneos, como conclusión de ese encuentro fugaz, la señora Moreno suelta una frase en dirección hacia mí: “muy posiblemente está usted viendo a la próxima reina del folclor en El Espinal”, luego ríe. 

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La figura menuda de la candidata es fácilmente comparable con la de su abuela. Si bien los implacables años van dejando su huella impregnada en la piel de cualquier ser humano, las arrugas en la cara de Mila dejan ver de fondo unas facciones bien marcadas que Angie ha heredado, las arrugas de Luz Mila no son tan profundas, costa algún trabajo reconocer en ella una mujer de 60 años. La estatura es algo que también las relaciona y las hace parecidas, una altura que apenas supera el metro con sesenta les hace ver algo tiernas y les proporciona cierta cadencia en su caminar. Nuestra modista lamenta el hecho de que su nieta saliera “bajita” como ella, pues asegura que de ser un poco más alta sin duda sería la nueva soberana del folclor en el municipio. La certeza se la brinda sus conocimientos en el baile y la vasta experiencia que tiene de estar involucrada en temas de reinas. Asegura que Angie posee el “ángel” propio de quien debe ser coronada.

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La voz de Luz Mila vuelve a tornarse suave de nuevo a la hora de hablar de los temas que le rodean y le hacen sentir algo especial. Uno de ellos es el tema de la juventud en su pueblo, advierte que las cosas antes se hacían de una forma mucho más tranquila y pacífica. “los jóvenes ahora actúan muy raro… parece que no pensaran bien”, suelta ésta frase mientras habla de sus hijos y nietos, y agradece el hecho de que los intereses de ellos se enfocan hacia el estudio académico y las expresiones culturales. La danza. Habla también de los jóvenes de su barrio, lamenta el hecho de que muchos de ellos hayan escogido un “camino equivocado” y que esto haga percibir al Santa Margarita María como un lugar inseguro dentro de un ya inseguro Espinal.

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No puede evitar hablar y aconsejar como una madre amorosa.

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Recuerda que durante su juventud se veían muchachos descarriados, pero que la “gaminería” en cierto modo era mucho más sana, indica que ella misma siempre ha sentido un placer especial por el estilo de vida fiestero, le ha gustado disfrutar del alcohol y de los bailes que son tan frecuentes en su pueblo. Desde que ella recuerda sabe que una de sus grandes pasiones es el baile, y no solamente los bailes folclóricos, cualquier tipo de baile le es grato. Disfruta mucho salir de fiesta, esto lo hace al lado de su pareja, y asegura tomar descansos cortos entre los largos lapsos de baile. Aprovecha para tomarse una cervecita bien fría, que cae muy bien para contrarrestar el sofocante calor propio de El Espinal. Asegura ella con una enorme sonrisa y con una especie de ánimo repentino, que al disfrutar de la vida la pena se hace buena.

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También hace remembranza de sus trabajos de juventud y narra con un aire nostálgico la época en la que trabajó en una fábrica dedicada a la confección de pantalones. Cuenta como se seccionan los procesos para la elaboración de dicha prenda y de como ella siempre de la mano de un espíritu curioso pasó por todos y cada uno de los diferentes procesos, por lo que se le catalogó como experta y se le nombró supervisora en la factoría. Agradece mucho ese trabajo porque le permitía una estabilidad económica aceptable y le brindó la experiencia suficiente para decidirse hacia la labor del trabajo independiente.

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Ese trabajo al que ha estado ligada por más de 40 años, es el mismo que tantas alegrías le ha dado. Ver a las distintas candidatas que visten algunas de sus obras, le llena siempre de un claro orgullo y le incita a seguir adelante. Coser es en arte y un oficio que requiere gran habilidad, pero la confección de trajes típicos debe ser complementado con algo más que la habilidad. El ingenio y la imaginación son el complemento ideal para la elaboración de aquellos trajes que le permiten a las reinas verse lo más hermosas posibles, aquellos que también nos llevan a nosotros, al público en general, admirar los colores y las luces que se reflejan en estos y a la vez hacernos pensar en una época algo lejana, en la que lo normal era vestir de esa manera. Son capaces de transportarnos al pasado.

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Luz Mila Moreno Álvarez es una mujer que trabaja con el corazón. Sus manos hacen posible una unión entre imaginación y sentimientos, para lograr plasmar una especie de magia inquietante en sus obras de arte. Luz Mila es dueña de grandes pasiones,  entre ellas, la pasión por la costura y folclor.

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