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El cine, “una mina de oro” en el país. 

Por: Laura Olaya Torres 

Eran las 2:00 de la tarde del lunes y yo aún no salía de mi casa. Tenía clase de géneros periodísticos a esa hora, pero me había quedado dormida y se me había hecho tarde. Son las 2:30 y acabo de llegar al salón. Mi amiga Natalia, como de costumbre ya me había guardado puesto. Mientras me acomodo y saco mi agenda para tomar apuntes, escucho que detrás mío esta Juan Pablo y Camilo, hablando de lo que habían hecho el fin de semana con sus familias.

Juan Pablo le cuenta al “paisa” (como coloquialmente le dicen a Camilo, pues viene de Medellín), que fue a cine con su familia el Domingo. Se vieron la película el conjuro 2  junto con sus padres y su hermano menor. Aunque les gustó mucho, Juan Pablo afirmaba que le parecía un poco costoso ir a cine, especialmente los fines de semana, y que a veces prefería verse las películas en su casa, pues así gastaba menos dinero.

Mientras tanto el profesor, nos mostraba un artículo del año 2014 llamado “Cines en Colombia, un negocio de $364.000.000 anuales”, en el que se veía reflejado como el negocio de los cines se convierte en un monopolio, en donde cada día se invierte más en él, en busca de fines lucrativos para las entidades dueñas de estos teatros. No buscan más, solo un bien económico para ellos. Esto es lo que sucede con Cine Colombia, uno de los teatros más sonados en el país, donde datos estadísticos mostrados en el artículo, indican como las innovaciones e investigaciones tecnológicas, influyen en las empresas de cine que se apoderan de las ciudades.

Encontraron una “mina de oro”, así empecé mi análisis sobre dicho artículo que teníamos que hacer para poder salir de clase. Un negocio, en eso se había convertido los cinemas, no solo al redor del país, sino del mundo. A dichas empresas no les interesaba más que ganar dinero, sin importarle los clientes. Le ganaban muchísimo a las palomitas de maíz, papas y demás comestibles que se vendían en los teatros, a partir de ahí se empieza a ver este monopolio gigante.

Termino mi análisis y salgo de clase junto con mis amigos. Aunque a muchos de nosotros si nos gusta ir a cine, al igual que Juan Pablo, consideramos que sale un poco caro y que no ayuda mucho a nuestra economía, y más aún cuando estamos por terminar el semestre. 

Ya habíamos quedado desde el viernes que el próximo miércoles iríamos a cine, pues es el día en el que las entradas están mucho más baratas. Ninguno tenía mucho dinero, así que después de leer ese artículo en clase, decimos que no compraríamos la comida allí, pues de hacerlo, nos saldría mucho más caro, así que llevaríamos comida en nuestros bolsos y la repartiríamos cuando estuviéramos adentro. Una de las razones por las cuales considero también, que ir a cine nos es un lujo que uno se pueda dar muchas veces a la semana. Pues, si de ahorrar se trata, lo mejor es ver las películas online, aunque no sean las mismas que aparecen en cartelera.

 

Plan CINE.

Voy caminando por las calles del centro de la ciudad, en una tarde soleada de miércoles. De pronto me acuerdo que, tengo una cita con Hernando Bonilla, un Ingeniero de la capital musical que trabaja en la gobernación del Tolima. Llego allí a las 3:30 de la tarde. En compañía de Gustavo Torres, me recibe don Hernando muy amablemente.

Ambos muy amigos. Paso con ellos a la oficina donde laboran, al entrar, la secretaria, me ofrece un cafecito, y porque no, con todo lo que había hecho durante el día, a mitad de la tarde ya estaba casi cayéndome del sueño. Mi labor, era poder encontrar información que nos sirviera a mí y a mi equipo para poder realizar un reportaje para la universidad. Después de varias semanas de búsqueda, nos topamos casualmente con Hernando Bonilla. No fue nada fácil, pero lo logramos.

Anteriormente, llevar a la novia a cine era el plan favorito de los novios. No era nada fácil, primero había que pedir permiso a los padres, si decían que sí, ellos iban a la “cita”. Lógicamente no les daban espacio a ellos para cualquier demostración de afecto que quisieran darse, algún abrazo o tal vez un beso. Dentro del cine, las cosas eran igual, los padres de la novia se sentaban en medio de los dos durante toda la película. Así recuerdo en ese momento lo que me contaba mi abuelo sobre aquella época.

“El cine que más me gustaba era el Teatro Tolima, porque tenía segundo piso con balcones, era muy cómodo y además era el que más frecuentaba” me empieza contando don Hernando Bonilla, recordando la época en la que iba a cine, a veces con su familia o con su novia.

La religión siempre ha sido un tema controversial y que mueve masas, no era diferente hace 20 o 30 años atrás. Según don Hernando, había un comité que era el encargado de decidir que películas debían ser censuradas. Las que ellos consideraban peligrosas o prohibidas, eran exhibidas a las afueras de la Catedral.

No me canso de escucharlos, transcurre la tarde y cada vez que van contando don Hernando y Gustavo sus anécdotas en los cines de los años 60, 70 u 80, me imagino como habría sido vivir en aquella época. Vienen a mi mente algunos recuerdos de mi niñez y mis primeras veces en una sala de cine.  “Presentaban películas de Cantinflas y Charles Chaplin. A las 10 de la mañana y en la tarde, era el horario para niños y a partir de las 10 de la noche, comenzaba el horario para adultos” continua diciendo Gustavo Torres. En los años 60 comenta don Hernando, “se organizó el cine club, que lo dirigió el señor German Ospina. Hablaban sobre el contenido de las películas y la parte técnica, de cómo se manejaba la cámara y esas cosas” ahí mismo es cuando “comenzaron a traer más variedad en los cines, cine italiano, francés, etc. Tenía unos precios muy accequibles”.

Estaba tan entretenida que no me había fijado en la hora, eran las 6:30 y tenía que irme porque tenía clase de inglés a las 7. Recojo todas mis cosas y me despido de don Hernando Bonilla y Gustavo Torres. Ambos muy amables conmigo, también se levantan y organizan todo para irse a sus casas. Salgo muy apurada a coger la buseta. Mientras miro por la ventana de mi puesto, me pongo a pensar como los tiempos han cambiado el cine ya no es el mismo, la mayoría de los teatros sólo presentan películas americanas, no gran variedad, antes se mostraban películas de todo tipo, cubanas, alemanas, rusas, etc. Como me decía don Hernando, “estamos colonizados” y tal vez para él, para muchos y como dijo el poeta “todo tiempo pasado fue mejor”.

CONDORITO

En todas las caminatas que hicimos al centro de la ciudad para encontrar más historias de personas que habían vivido la época en la que había gran variedad de cines en la capital musical, nos encontramos con, tal vez, una de las más representativas y recordadas de la ciudad.

Como no saber quién es él. Muchos lo reconocen, otros, tal vez no tanto, pero lo que sí tienen muy presente es su negocio. Una caseta color verde con amarillo, ubicada en la carrera segunda, justo diagonal del edificio Metrópoli, anteriormente conocido como el Metropol. Allí se ubicaba uno de los cines más emblemáticos de Ibagué.

La atiende Jaime Valderrama, un viejo de 73 años, de estatura media y con una actitud muy jocosa para atender a todos quienes se acercan allí a comprarle cualquiera de los productos que vende. Revistas, dulces, agua, cigarrillos, hacen parte de la larga lista de todo lo que don Jaime tiene para ofrecer. Lleva allí más de 30 años y ha visto todo el progreso de ese sector, en especial del Teatro Metropol, uno de los cinemas más visitados por habitantes de la ciudad.

Estamos junto con mis amigos en la caseta de don Jaime. Miramos a nuestro alrededor y se nos viene alguno que otro recuerdo de nuestras primeras veces en el cine. La mía por ejemplo, fue justo ahí, señaló el edificio verde con blanco que esta diagonal de donde nos encontramos, en la otra cera, era el Teatro Metropol. Ahora, no queda nada de él, simplemente conserva parte de su nombre, Metrópoli.

Don Jaime iba a menudo con su familia y amigos a disfrutar de las películas que se proyectaban allí. “Tenía conocidos que me facilitaban las entradas y la comida no era tan cara como ahora”, dice don Jaime, siempre con una sonrisa en su rostro. “Ahora, por lo menos uno tiene que salir como con 50 pesos para poder disfrutar del cine, lo que es en la estación y en el resto de centros comerciales” agrega don Jaime un poco anonadado de los altos precios que manejan los teatros actualmente.

Concordamos totalmente con él. Ahora el cine no es nada económico, tal vez haya días en el que la boletería sea más barata, pero igual la comida sigue siendo algo costosa. Don Jaime no va a cine desde que cerraron los que habían anteriormente en la ciudad, pues dice él, que le es muy difícil acceder a ellos, pues no cuenta con los recursos económicos necesarios para invertirlos en una idea a cine con su familia, además porque no es un plan nada barato.

Para don Jaime el cambio ha sido totalmente drástico, no solo porque ahora le es más difícil conseguir dinero en su negocio, por lo comercial de la zona, sino que ha sido testigo directo de los cambios que en especial ha sufrido la estructura donde antes quedaba el teatro Metropol. Ya no queda nada de él, en su lugar hay cafeterías, oficinas de abogados y hasta un parqueadero. Aunque don Jaime recuerda con agrado la época en la que disfruto del buen cine en la ciudad.

 

EXPERIENCIA PROPIA.

Aún recuerdo mis primeras veces en el cine. Me veo sentada en la mitad de la sala (más o menos), muy emocionada junto a mi mamá y mi hermana. Era muy chiquita, tenía entre 5 y 6 años, pero no se me olvida la emoción de estar sentada frente a una pantalla tan grande. Pollitos en fuga fue mi primera película, la recuerdo muy bien. A mi mamá le encantaba verla conmigo, una y otra vez, incluso después de que la quitaron de cartelera.

Sólo recuerdo haber ido al teatro Metropol, un cine ubicado en la carrera segunda con calle 12, en todo el centro de la ciudad de Ibagué, fue el único cine que conocí. En ese entonces solo creía que era el único de la ciudad. Ahora, es cuando me doy cuenta que existían muchos más. Nunca los conocí, pero por lo que he escuchado en estos últimos meses eran muy buenos y mucho más exequibles.

Alcance a ver dos películas allí, la primera (como lo mencione anteriormente) pollitos en fuga, y la segunda, Bob Esponja. Era un cine literalmente abierto, no se encontraba en ningún centro comercial y daba totalmente hacia la calle, bueno, solamente la parte de las comidas y la taquilla. Sus sillas eran rojas y súper derechas, sin ninguna posibilidad de acomodarlas al gusto de cada persona, eso es lo único que recuerdo.

No queda nada de lo que eran los cinemas anteriormente, la estructura de todo cambio. En su lugar ahora, sólo quedan parqueaderos, cafeterías, centros comerciales, etc. Quien quiera saber de ellos, tendría que preguntarle a la gente que transita casi diario por las calles del centro, que es donde estaban ubicados la mayoría de estos cinemas.

Tal vez hubiera sido lindo vivir esa época en la que la estructura de los cines de la ciudad no se encontraba en un espacio tan cuadriculado como un centro comercial, como están ahora. En donde se pudiera tener más alternativas de cine, en donde presenten más variedades de películas; en lugares diferentes, donde sean más abiertos, como anteriormente, cines económicos, que dieran la oportunidad para que mucha más gente pudiera asistir a ellos, sin necesidad de gastar gran cantidad de dinero.

Traer a la memoria de los ibaguereños los cinemas de antes y darles a conocer muchos detalles de ellos que tal vez no conocían, es tarea difícil, pues poco se sabe de ellos, pero cada vez se encuentran más relatos de gente que vivió por más tiempo aquella época, relatos llenos de nostalgia, pues se vienen a la  mente muchos de los momentos que allí vivieron.

Nunca he sido muy amante del cine, la verdad es que a veces me aburre, no las películas (aunque algunas tal vez sí), sino el cine, su estructura. No acostumbro ir mucho, muy pocas veces he ido este año. Pero recuerdo bastante mi primera película y lo emocionada que me encontraba ese día.

Hoy en día no queda nada de los cines que existieron en la ciudad, sólo las estructuras, bueno, algunas, y tal vez conservan un poco su nombre. Por ejemplo, en donde anteriormente se ubicaba el teatro Metropol, ahora en su lugar hay un parqueadero, unas oficinas de abogados y cafeterías, el nombre, es casi el mismo, Metrópoli. Sólo la gente que ha vivido en la ciudad y que conoció este cine sabe que allí se ubicaba, para visitantes y gente nueva en la ciudad tal vez sea algo nuevo.

En la ciudad sólo quedan los cines que están en los centros comerciales, tres de ocho que había anteriormente. Hubiera sido muy bueno para la capital musical haber continuado con variedad de teatros. No sólo para tener más sitios y diversidad de películas para ver, sino porque su estructura no era la misma de ahora. No se encontraban en un espacio tan cuadriculado como lo son los centros comerciales, eran más para cualquier tipo de público, un poco más exequibles también. Algo que se debería rescatar de los antiguos teatros que se encontraban en la ciudad.

Tal vez muchas de las personas que pudieron conocer estos cinemas no sabían lo importante que era tener esta diversidad cultural, que además hacia parte de su entretenimiento, por eso era tarea difícil encontrar noticias sobre ellos. Es tarea de nosotros que el cine no sólo sea visto como un negocio, sino como un espacio en donde se da pie para intercambios culturales y de entrenamiento.

Reportaje- Cinemas- Primer entrega
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