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LA  VIDA  DETRÁS  DEL  PROYECTOR

 

 

 

Por: Maria Paula Anaya Caicedo

 

Diomedes Poveda, el reconocido trabajador del antes cinema Metropol, que entre cintas y proyecciones, inicio su historia laboral en los destacados teatros que ya hace más de 10 años, atraían a ibaguereños con interés y curiosidad a ver un famoso film de la época, sin tener en cuenta que detrás de las innumerables sillas y la enorme sala de encuentro y socialización, se encontraba aquel noble, sincero y persistente trabajador.

Todo inicio gracias a un amigo, cuyo nombre no recuerda, que trabajaba de portero en la industria de los cines del centro de la ciudad musical, se nota en su rostro que recuerda muy bien y se siente orgulloso de pertenecer al campo, como él lo llama, por cuestiones económicas y con ganas de obtener un mejor trabajo y sin tener nada garantizado, Diomedes Poveda decidió localizarse en Ibagué, donde inicio su travesía cinematográfica. Sin percatarse de lo que le esperaba, Poveda se contactó con su amigo, cuyo nombre todavía es una incertidumbre, quien ya estando trabajando allí por cinco años, recomendó a Poveda por medio de un dialogo con el gerente, y de esta manera se contrató ya que necesitaban personal de silletería.

Sin duda alguna Diomedes Poveda afirmo que el sí tenía las capacidades para poder desarrollar dicho trabajo, pero afirmo que “yo no sabía nada, pero el muchacho que llevaba cinco años trabajando, el sí sabía, entonces yo aprendí”, por su mente pasaba la incertidumbre de no tener ni la menor idea de cómo arreglar sillas, pero en el 1984 inicio su papel como aprendiz, pero meses después, más exactamente siete meses era experto en su labor, que iniciaba de 6 de la mañana a 12 del mediodía.

Al pasar los siete meses como encargado de la silletería de los cinemas Metropol, Doral, Julio Cesar, Real, tuvo la oportunidad de hablar con sus directivos, afirma Poveda que “Si habría la posibilidad de cambiar el cargo, porque era más fijo y más platica” pero su petición no dio resultado, ya que después de una charla privada con sus “patrones” como los nombro constantemente, la gente estaba completa y debía esperar a que alguien pudiera ceder un cargo.

Después de más de un año de trabajar, en Diciembre del 84, el portero del Doral cometió el error o falta que Diomedes Poveda necesitaba, “por una longaniza le toco irse” entre risas afirmo lo anterior, ya que su compañero abandono la registradora por cuestiones de hambre. Con su aspecto relajado y con el incesante movimiento de sus llaves, y sin dudar ni una sola vez de algún dato, es como si hubiese sido ayer aquellos recuerdos que revive en las actuales paredes del Edificio Metropol, comparte que su labor se intensifico, no solo era el encargado de la silletería sino debía desempeñar su cargo como portero, “trabajaba hasta que se acabara la película, después me iba para mi casa y volvía a madrugar a la silletería”

 

 Su persistencia, responsabilidad y esfuerzo que desempeñaba en su trabajo a diario, lo puso en la mira de sus directivos para así ofrecerle hacer parte del personal de maquinaria, es decir, las proyecciones que duraban aproximadamente más de 2 horas dentro de las salas de los teatros, las cuales pasarían por las manos de Poveda, después de dos meses de entrenamiento y no le importaba gastar su tiempo de ocio en las capacitaciones que le daban como futuro encargado del área de proyección. De esta manera desempeño esta labor en el teatro Metropol hasta el 31 de agosto de 2006, aquella fecha que inevitablemente cambia el rostro del actual portero del edificio, donde ya no debe estar al tanto de los minutos, maquinaria y orden para poner a reproducir una película.

Es quizás tanta la nostalgia y los muchos recuerdos que están en su memoria, como la opción que le dieron sus jefes al permitirle quedarse las noches en el Metropol debido a su complejo horario de trabajo, por lo tanto Diomedes Poveda, es aquel trabajador que no olvida el legado que fueron los teatros de antaño en Ibagué, sin importar que la tecnología cinematográfica allá avanzado y llevándose a su paso aquellos corre corres de enviar una película o copia de esta por cada teatro midiendo el tiempo de llegada y reproducción de esta, en lo que ahora es el “corral”, es decir, la cuatro paredes de concreto remodelado. “Extraño todo porque en un proyecto de 22 años, uno extraña todo el movimiento, compañeros, patrones, rutina y trabajo” así finaliza Poveda, afirmando que nunca pudo haber tenido mejor trabajo que este.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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