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EN BUSCA DE MEMORIAS CINEMATOGRÁFICAS

 

Crónica-Cinemas

Por Natalia M. Romero España

En este relato se cuenta la historia de una joven estudiante que junto a sus amigos encamina una travesía por el centro de la capital musical en busca de historias y anécdotas sobre los cinemas ibaguereños.

Eran las dos de la tarde de un martes en la ciudad de Ibagué y como esta ciudad no se caracteriza por que las personas estemos con ruanas, chaquetas o bufandas como hace algún tiempo, el calor en el que estábamos solo producía además de sudor, hambre y  sueño. A pesar de que un vaso frio de lulo es lo que necesitaba para recuperar energías después de una larga jornada académica que termino con una parcial de inglés, debía emprender aquel viaje por toda la ciudad para llegar a mi destino, el centro de la capital musical de Colombia, pues debía conocer la historia de aquellos cinemas en los que años atrás niños, jóvenes y adultos disfrutaban, así como el periodista Gustavo Gonzales Peñalosa Torres dice “no había nada más que hacer aquel entonces que ir a cine”.

Nuestro transporte para aquel viaje era un bus que no tenía puerta trasera y además por ser hora pico pasamos demasiadas penas ya que nos tocó más de la mitad del trayecto parados por lo tanto  mis dos compañeros de aquella aventura Daniel y Laura debían de ayudarme hasta para llevar un tarro de gomas que siempre cargo para vender en la u, el cual solo ayudaba a que en cualquier movimiento fuerte estuviera a punto de caer encima de la señora que gozaba de su asiento frente a mí. No pude estar más agradecida cuando después de media hora de aguantar empujones y frenazos mi amigo Daniel toco el timbre para bajarnos de la buseta. El lugar en el que nos dejaba la buseta no estaba frente a la casa de mi amigo Daniel por lo que nos tocó caminar un poco para llegar a nuestra primera parada en el barrio Belén, donde la señora Marina Triana, madre de Daniel nos esperaba para alimentarnos como si fuéramos soldados que acababan de llegar de la guerra.

Después de quedar tan llenos como unos marranos, a las 4 de la tarde cuando el sol estaba en su punto máximo, continuamos nuestro trayecto al centro de la ciudad, caminamos cuatro cuadras y llegando a la Plaza Bolívar, lugar en el que debimos parar durante unos minutos porque la risa no permitía que siguiera caminando, debido a que una paloma asusto lo suficiente a Daniel y Laura como para terminar agachados en el piso frente a una panadería donde las personas se burlaban del ridículo que hicieron. A las 4:30 de la tarde llegamos por fin a la carrera segunda, donde pude observar aquella esquina en la que se encontraba un gran edificio  de ventanales grandes y franjas color verde, en el primer piso había un local de Juan Valdez y Cosechas y aunque acostumbro a antojarme, el almuerzo me había dejado con ganas de no probar bocado en un año por lo menos. Decidimos acercarnos a preguntar que se encontraba en aquel edificio y nos dijeron que ahora eran juzgados, oficinas de abogados y un pequeño tipo centro comercial, un edificio completamente transformado en el que solo queda el vago recuerdo del que fue hace 50 años el Cinema Metropol.

Todavía podíamos sentir el calor que mantenía mi cabello como varas de hierro y  hasta parecía que quemara la suela de los zapatos. Aquello nos mantenía un poco distraídos, pero lo que más deseábamos era terminar con aquella investigación para dirigirnos a un bar a ver el partido de Colombia contra Brasil que se disputaría a los 7:45 de la noche. Frente a aquel edificio que un día fue el lugar de entretenimiento de los ibaguereños llegamos a una caseta de color verde en la cual trabajaba el señor Jaime Valderrama del Popular Condorito, un viejito que disimula su edad con los chistosos apuntes que tiene.

A pesar de que la llenura nos podía, bien se dice que barriga llena, corazón contento, compramos algunas panelitas para poder entrar en confianza. El señor Jaime Valderrama que disfruto del cinema Metropol 50 años atrás cuando tenía 20 años, nos contó “La última vez que fui a ver una película fue de Cantinflas, antes de que muriera, ya que yo soy un ídolo de él. Incluso aún tengo en la casa unos cartuchos de unas siete películas suyas”.

Ya hace bastante tiempo que disfrutaba de aquel cinema en el que podía ir gratis gracias a su pequeño negocio “No me costaba la entrada por la amistad con la administración, me mandaban la boleta para ir con mi mujer o mis hermanos”, nos dijo. En aquel momento empezó a toser por lo que nos tocó interrumpir el dialogo hasta que continuo después de decir que se había puesto mal de la pechuga haciendo referencia a su dolor en el pecho.

También nos describió como ha cambiado aquel lugar que hoy esta abarrotada de gente que camina con prisa de un lado al otro mientras hablan por celular, escriben, revisan papeles o simplemente miran a un lugar indefinido, el señor Jaime Valderrama nos mencionaba “El comercio era muy diferente a lo que es ahora, pues hace 50 años no existían la cantidad de almacenes que existen ahora, eran mucho menos, las calles por ejemplo en la carrera segunda, acá por donde estábamos, eran sin pavimentar”.

Según dice aquel hombre al que le molesta la pechuga todo en aquel entonces era mejor, pero cual fue el momento en el cual todo cambio, Jaime Valderrama nos dijo “La tecnología acabo con todas estas cositas, ustedes se dan cuenta que cualquier película que no ha salido aun al teatro por aquí la pueden comprar por 1000 o 2000 pesos. Entonces los teatros a raíz de eso se quebraron”. Y se quebraron porque no queda sino el recuerdo en algunos pocos ibaguereños de aquellos cinemas.

Una conversación que a pesar de hacerla bajo los rayos de sol, fue demasiado enriquecedora para imaginar un poco del mundo sin tantos avances tecnológicos. Después de comprar una bolsa de agua y despedirnos de Jaime Valderrama, continuamos el camino a encontrarnos con Humberto otro de mis amigos y compañeros de viajes, locuras y pedas, el más estudioso de todos hasta el punto que si saca una nota de 3,0 puede hasta llorar. Al reunirnos todos nos dirigimos a un pequeño restaurante para tomar algo que de verdad nos quitara la sed mientras gozábamos de una conversación acerca de lo que pediríamos de regalo para la fiesta de amor y amistad que celebraríamos en una semana.

Después de tomar cada uno un vaso de jugo de cholupa, escuchamos a un señor hablando acerca de cómo los jóvenes de hoy en día son, él dijo “Éramos más juiciosos antes, se conquistaba con un estilo más bonito, romántico, no como ahora que se conocen y a la madrugada ya están en el motel”. Lo que nos causó bastante gracia así que empezamos a platicar con aquel hombre delgado y canoso, Pedro Sosa un historiador Ibaguereño, apenas lo que necesitábamos para profundizar más en la historia de los cinemas de la ciudad.

Mientras hablábamos un poco acerca de su vida laboral, le preguntamos acerca de cómo era el cine en aquella época, nos dijo “Comprábamos  la boleta en la taquilla y los bizcochos o dulces, presentaban películas de Charlie Chaplin, los tres chiflados, Cantinflas, Rin Tin Tin, El Enmascarado, Libertad Amarque, Anthony Aguilar, Brillantina, Los diez mandamientos, etc.”.

También nos intrigaba conocer un poco acerca de cómo era ir al cine en pareja ya que los tiempos han cambiado tanto, por lo que nos mencionó entre risas, tal vez porque le recordaba a sus picardías juveniles, “El cine en esa época no era como ahora que los muchachos van tocando todo, éramos más decentes, los papas si uno tocaba a las muchachas lo acababan, si se tocaba a la novia lo echaban, yo viví eso en Ibagué”.

Mientras recordaba un poco de aquella época tan lejana nos comentaba que las películas no se presentaban solo en los cinemas a los cuales iban personas de todas las clases sociales, también las presentaban en algunos colegios de la ciudad como el Champagnat, San Simón, Tolimense; claro que era cine a blanco y negro y en algunos casos mudo.

La misma pregunta que nos respondió el viejo Jaime Valderrama, se la hicimos a Pedro Sosa, cual fue el momento en que los cinemas se fueron de la ciudad, a lo que contesto como si fuera algo que en realidad todos sabemos. “Llego el modernismo y acabo con todo, las películas ya se veían en la casa y ahora el cine rojo (porno) todos los jóvenes lo ven es por internet”.

Pedro Sosa se dispuso a despedirse de nosotros aquellos jóvenes parlanchines que conoció de la manera menos esperada en el fondo de un restaurante, pues debía continuar su camino a casa. Eran las 6:10 de la tarde cuando continuamos nuestro trayecto por el centro, pero ya todo era mejor ya que no nos acompañaba aquel calor infernal que me dejo sin maquillaje. Mientras recordábamos las conversaciones que habíamos tenido con aquellos dos señores tan  inusuales. Decidimos que fue un viaje demasiado corto así que debíamos continuar otro día en busca de más personas que nos transporten 50 años atrás donde todo era más romántico, decente y clásico.

Así nuestros esfuerzos fueran parecernos a los jóvenes de aquella época que aunque eran más decentes que nosotros asistían al cine rojo en el centro de la ciudad, continuamos con la última parada de nuestro corto viaje por la ciudad, un pequeño bar,  me tome una Redd´s mientras disfrutaba y sufría junto a mis amigos de aquel partido que habíamos esperado con tantas ansias, Colombia contra Brasil.

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