

LOS ANTIGUOS CINEMAS DESDE EL RECUERDO DE LOS IBAGUEREÑOS



Por: Paula Pachón
Así recuerdan los ibaguereños los antiguos cinemas de la ciudad en donde por años gozaron de alegrías, estrenos y grandes momentos en familia
Eran pasadas las 14.00 horas, cuando llegué al centro de la ciudad de Ibagué. Me dirigía al parque Murillo toro, en donde había quedado de verme con mis compañeros de grupo. En ese trayecto llevaba en mi cabeza muchas ideas para empezar hacer la crónica que debía entregar el próximo viernes. Me encontré con ellos los salude, nos sentamos y cuadramos nuestro cronograma del día. En ese instante nos unía solo un propósito, encontrar la mayor información acerca de lo que fueron y son hoy los antiguos cinemas de la ciudad.
El recorrido inicio a las 15.20 horas. Nuestra primera estación fue la calle 2 # 11-82. Al llegar al lugar esperábamos encontrarnos con algo que nos indicara que ahí había existido el cinema Metrópol, pero al estar allí, lo que observamos fue una calle transitada, un edificio nuevo y que a su alrededor varios negocios de cadena. Al acercarnos se nos fue permitido entrar a conocer el parqueadero que hoy existe ahí. Al entrar encontramos un lugar oscuro, fresco y con una infraestructura bastante nueva. Al empezar a preguntar por el cinema que había funcionado en el edificio, las personas no sabían que responder, debido a que llevaban poco tiempo laborando en este sector. Justo en ese momento en el que nos respondían que no conocían mucho de la historia del cinema, nuestros rostros cambiaron, se nos notaba la preocupación y el susto por no encontrar nada allí.
Luego de muchos intentos de buscar información sobre la infraestructura del antiguo cinema, Andrés Rivera un compañero de grupo, logró encontrar una fuente muy importante para nuestro trabajo. Se trataba de un vigilante que llevaba allí aproximadamente 30 años. Don José Diomedes Poveda, un hombre de avanzada edad, entregado a su trabajo y conocedor de la historia de este lugar, recordaba con nostalgia lo que había sido aquel cinema, mientras señalaba cada lugar en donde se ubicaban las cosas que hoy ya no existen. Mientras el señor nos compartía lo que sabía, yo me imaginaba cada uno de esos detalles que él iba contando: “Recuerdo que aquí justo en este lugar ponían unas bancas para que la gente se sentara mientras esperaban la entrada a la sala. En ese momento la puerta del cine era en vidrio, pero esto que usted ve ahora no se parece en nada a lo que antes había. Solo quedan las paredes y el resto es totalmente nuevo”.
En ese instante en el que el señor Diomedes nos compartía lo que recordaba del lugar, saque mi celular para ver qué horas eran. En ese momento eran las 16.oo horas, cuando guarde mi celular y mire hacia la esquina recordé que ahí cerca donde estábamos vivía un compañero de infancia y que hace mucho tiempo me había comentado de este cine. Lo llamé, él me contesto y le comenté lo que hacíamos. Él llegó a donde estábamos, nos saludó y nos empezó a contarnos algunos detalles de lo que el recordaba de ese cinema. “El teatro Metropol era grande y algo oscuro. Este tenía solo una sala, pero contaba con gran capacidad. La silletería era azul y negra. Uno compraba las boletas afuera y ahí si entraba por una cosa como la de las busetas. Al lado de la entrada había una cafetería, en donde se vendían casi las mismas cosas de ahora. Uno entraba a la sala y lo primero que veía era una pared grande y larga que era en donde proyectaban la película” (Sánchez).
Cuando Camilo Sánchez mi amigo de infancia, termino de contarnos los detalles del Metropol, nos despedimos y continuamos con nuestro recorrido. La segunda estación era el cinema Imperial. Mientras caminábamos hacia allá, hablábamos y recordábamos lo que el profesor en la clase nos había dicho en repetidas ocasiones con respecto a la paciencia a la hora de recoger la información, solo en ese momento comprendimos que era mucha la que debíamos tener, debido a que la información la tenían las personas y no los libros.
Cuando llegamos a Calle 12 #3-54 en donde se ubicaba el cinema Imperial, encontramos que allí existe hoy en día un parqueadero y una construcción en el mismo aun sin terminar. En ese momento Santiago tomaba las fotos y ya empezaba a oscurecer. Yo ya estaba agotada por la caminata que habíamos tenido, me senté en un andén junto a un almacén en donde funcionaba una óptica, mientras pensaba que íbamos hacer con respecto a lo que sería nuestro trabajo final del próximo viernes y mientras lo hacíamos un hombre medio alto, canoso y con bigote me pregunto que buscábamos. Yo le comente y él se ofreció ayudarnos.
A las 17:00 pasadas, la primera pregunta que le hice al señor Carlos Quiñones fue con respecto al tiempo que llevaba en el sector, él me contesto que más de 20 años, en ese momento sonreí y mire hacia el cielo como acto de agradecimiento a Dios por habernos enviado otra fuente antigua. Lo deje que hablara, pero le pedí que me contara una experiencia que hubiese tenido y que por favor me regalara muchos detalles del lugar. El señor Quiñones muy amablemente acentuó y empezó a contarme: “Recuerdo que los sábados yo acostumbraba a ir a cine. Uno de esos tantos, yo cerré la óptica a eso de las 19:30 horas. Ese día hacia bastante frio y hasta parecía que fuese como a llover, pero aun así me fui para mi casa a traer a mi familia para ver el último estreno que habían traído. Cuando entramos a este lugar, vale aclarar que no era muy grande, olía a maíz recién hecho. La señora de la taquilla nos atendió y nos dio las boletas para entrar. Entramos a la sala, la pantalla era grande, la silletería era cómoda y de color negro. Yo siempre entraba y dejaba a mi familia ubicada y después salía a la cafetería, esta quedaba por un pasillo, no era muy grande. Normalmente nos sentábamos en la sala de abajo. El lugar no era muy amplio pero el ambiente era agradable y perfecto para ir en Familia”.
Cuando el señor Carlos termino de narrar su experiencia, le agradecí por su información y le comenté a mis compañeros una idea que me surgió mientras lo escuchaba, ya que veía en ellos el susto de no tener la información necesarios para cumplir con nuestro trabajo, pero a partir de lo que habíamos recogido entendimos que contábamos con el material suficiente para construir lo que fueron y hoy son las antiguas salas de cine y que solo a través de los recuerdos de las personas más antiguas podríamos construir esa historia que le hace falta a la ciudad.