

¿POR QUÉ YA NO ESTÁN?



Por: Juan Camilo Parra Álvarez
Una travesía que vivieron dos estudiantes de comunicación social en el centro de Ibagué en busca de Diomedes Pobeda, quien les contaría la historia del cinema Metropol.
En la actualidad existen ciertos pasatiempos que las personas hacen para poder tener no solo un bonito recuerdo, también un momento inolvidable y el cine es uno de ellos, sí, en los que vemos las películas junto con nuestro círculo social, pero, ¿estos teatros siempre fueron iguales? Desde que surgió esa pregunta me tomé el atrevimiento de averiguar un poco acerca de ellos y fue así como decidí, un día cualquiera, tomar mi libreta de apuntes, coger un lapicero y ayudarme con el celular, para grabar uno que otro audio.
Emprendí lo que para mí significa un viaje, debido a que vivo al otro extremo del centro, donde están ubicados los que, antiguamente eran el punto de encuentro de muchas personas en la ciudad donde se vive tranquilo y con las comodidades que las grandes ciudades extrañan, como llegar rápido a todos los lugares, por ejemplo.
En mi primer día de búsqueda, sí, porque no iba solo, iba con Juan Pablo González, me encontré con que muchas personas que transitan por éste memorable lugar de la capital tolimense, no conocen de la historia, ni mucho menos de la existencia de estos teatros, otros, solo sabían que por ese lugar, quedaba el aún vigente teatro Tolima, pero nosotros sabíamos, gracias a consultas previas, buscadas en la plataforma donde aparece todo tipo de información, el internet, que habían ciertos lugares que para las antiguas generaciones significaban mucho, y sí, decidimos preguntarle a las personas de mayor edad acerca de estos lugares. “Por supuesto, eso queda volteando dos cuadras y coge a mano izquierda, de pronto allá le explican mejor”, fue la respuesta de muchos, entonces nos pusimos de acuerdo para escoger el primer lugar al que iríamos.
Martes 16 de agosto del 2016, 9 de la mañana y las palabras de Juan Pablo González mientras caminábamos hacia nuestro primer sitio, el teatro Metropol, eran “¿y que se va a gastar?”, hablando de todo un poco finalmente llegamos, allí estaba José Ospina, un carismático celador que cubre el turno diurno en el actual edificio Metropoli y que al acercarnos a él, nos recibió con un saludo de buenos días. Nosotros nos dirigimos a él con el máximo respeto posible explicándole la labor de investigación que queríamos hacer y a partir de esto, resaltar de cierta manera, la memoria histórica que tiene para la ciudad este tipo de escenarios y el, muy formal, nos dijo “me parece muy importante lo que ustedes quieren hacer, pero yo creo que no soy el indicado para darles esa información”, agregando que estábamos en el lugar correcto, ya que allí trabajaba un compañero que conocía absolutamente todo acerca de este lugar, pero que desafortunadamente llegaba hasta por la noche, porque él era el encargado de cubrir ese turno.
Seguimos nuestro camino por el centro de la ciudad, recorriendo cada uno de los lugares que teníamos anotados y hacíamos preguntas similares en cada uno de ellos pero con el sinsabor de no poder tener la información que queríamos, cuando la queríamos y tener que esperar lo que tal vez nos serviría para nuestro trabajo. Llegó la hora del almuerzo y cada uno de nosotros, tanto Juan Pablo Gonzales como yo, partimos para nuestras casas y manteníamos en contacto para ponernos de acuerdo y llegar a la hora exacta, al mismo lugar, y poder continuar con la búsqueda de las respuestas a nuestras dudas.
Pasó la tarde del 16 de agosto y llegó la noche, el tan esperado momento, fuimos de nuevo al edificio porque José Ospina nos indicó que a eso de la 7 de la noche era el cambio de turno y allí llegaría el señor Diomedes Poveda, el conocido por sus compañeros de trabajo como “el google del teatro”, por su gran experiencia y larga trayectoria en este lugar. José Ospina habló un poco con Diomedes Poveda y luego nos saludó a nosotros, nos dijo que lo esperáramos un momento mientras hacía la ronda de rutina y luego se sentaba a compartir todo lo que fuera necesario. El reloj marcaba las 7:45 de la noche este martes y fue así, reunidos en una mesa Juan Pablo Gonzáles, Camilo Parra y, el que en este caso sería la fuente de información, Diomedes Poveda.
Juan Pablo Gonzáles y yo, empezamos haciendo preguntas básicas sobre el tiempo que llevaba en el lugar y Diomedes Poveda, con un poco de nostalgia empezó su narración. “Como le parece que yo llegué aquí en el año 84” y empezó arreglando la silletería en los teatros que eran propiedad de Gustavo Rojas, quien fuera el hijo del general Rojas Pinilla, en ésta labor duró 7 meses en un horario que empezaba a las 6 de la mañana y terminaba a las 12 del mediodía.
Al principio fue un poco duro acoplarse a la ciudad, puesto que el venía de un pueblo, y el cambio era un poco brusco para la época, pero sin importarle, decidió seguir adelante, además que sus condiciones socioeconómicas no eran las mejores. De arreglar sillas, pasó a ser portero y luego a ser proyectista de las películas que se mostraban en este teatro y se puede decir que entró al puesto por longaniza. Era una tarde normal y los dueños del teatro pasaron justo en frente del teatro, el celador en esa entonces no estaba en su puesto de trabajo y por este descuido lo despidieron y la explicación que dio fue que estaba comprando unas longanizas para llevar a su casa, lo echaron y posteriormente entró Diomedes Poveda a ocupar su cargo.
En estos teatros el comercio se veía tanto dentro de ellos, como afuera, en la calle. En la cafetería del teatro, dice Diomedes Poveda, la comida era un poco más costosa y afuera si se encontraba todo a un precio más económico. Nelly Ramírez y Gustavo Rojas, los antiguos dueños del teatro Metropol tenían una buena relación con sus empleados y eso es algo que resalta Diomedes Poveda, que “como patrones, eran muy buenos y también muy buenas personas”.
En los teatros donde se aglomeraba una buena cantidad de gente en cada estreno de película, habían trabajadores que llevaban un buen tiempo en él y aún siguen en el edificio pero cumpliendo funciones diferentes, como Aida Rubio por ejemplo, que era la secretaría del Metropol y hoy en día es la administradora de éste edificio y cuenta Diomedes Poveda que es muy buena persona y las relaciones laborales, son de las mejores.
Tito Gonzáles fue el que reemplazó a Diomedes Poveda en la labor de arreglar las sillas cuando a Diomedes Poveda lo pusieron solo a cumplir la función de guarda de seguridad.
“De 22 años de trabajo en el teatro, uno extraña todo”, relata con una mirada fija en el techo del primer piso, Juan Pablo Gonzales y yo escuchamos atentamente para encontrar el momento preciso y contra preguntar para resolver todas las dudas.
En el que antiguamente funcionaba, tal vez, uno de los teatros más reconocidos de la ciudad, hoy simplemente es un edificio en donde se mueve la rama judicial y funcionan varias oficinas, Diomedes Poveda, al igual que años anteriores, trabaja como celador y cubre los horarios nocturnos. Algo que mencionó en varias ocasiones es que, “si hay algo que ha tenido, son buenos jefes”, antes con los primeros y hoy en día, sus relaciones laborales son muy buenas, en donde el respeto predomina por encima de todo.
Anteriormente ir a cine, era más que un pasatiempo, y en estos lugares habían personas trabajando para que todo saliera de la mejor manera, como Diomedes Poveda por ejemplo y gracias a todo lo que nos contó, pudimos comprender mejor la importancia social que los teatros tenían en esa época.
8:45 de la noche, con una felicitación de por medio, diciendo que es muy importante que se cuente la historia de éste tipo de lugares, termina la charla con Diomedes Poveda, luego de una agradable conversación, Juan Pablo Gonzales y yo, nos dirigimos al parque murillo toro para luego emprender su vuelta a casa. Mientras caminábamos, hablábamos un poco sobre todo lo que ésta charla nos había aportado para la investigación y encontrar en Diomedes Poveda, un gran potencial de información que falta por explorar aún más para poder concluir, como se lo merece, este trabajo.
“Está de buenas, ahí viene su buseta” me dice Juan Pablo Gonzales a mí, y es así, yo tomé de nuevo el camino a casa para poder descansar en una jornada que, por momentos, pareció un poco larga. Me quedé dormido en el camino, pero me desperté en el lugar correcto para bajarme y caminar a casa.
Crucé unas palabras con mi mamá y hermano y luego me acosté a dormir, para levantarme al otro día y seguir con la rutina que básicamente consiste en, despertarse, comer, bañarse, ir a estudiar, llegar a casa, comer y dormir.
Ahora la pregunta es, ¿tienen el mismo valor sentimental los cines modernos para las personas?, entendiendo que antes era de lo poco que se podía hacer y hoy en día, las prácticas sociales son muy diferentes.
Yo solo espero, que todo éste trabajo, sirva para dar a conocer datos acerca de los antiguos teatros, que no son muy normales para los ciudadanos en general y así, poder recobrar un poco la memoria de lo que hace algunos años, era el plan familiar de las familias ibaguereñas.