

EL BAÚL DE LAS CINTAS CINEMATOGRÁFICAS



Por: Irene Rodríguez
En el recuerdo de muy pocas personas han quedado los cimientos del antiguo cine Ibaguereño.
Con un poco menos de emoción este ilustre personaje entre forzadas palabras me comenta que aunque habían varios teatros más como el Real y el Metropol su preferido siempre era el Imperial, no solo por la cercanía a su casa sino también por la cintas que rodaban, las películas más que todo era sobre valientes y aunque había cierto protagonismo por parte de los hombres en las películas a mucha gente le encantaba. Por un momento me asombro y prefiero detenerme un poco, pues en medio del relato y con un poco de nostalgia Marta me cuenta que a su fallecido esposo también le gustaba mucho el teatro y que sus películas preferidas eran las de Vicente Fernández, ya que desde siempre le gustaron los caballos, el campo y la ganadería debido a su humilde crianza, la ley del monte fue la película que más los conectó y ella particularmente aún pagaría para verla, sin importar que en el Imperial la haya visto en compañía de su esposo unas cuantas veces.
Por otro lado los horarios también eran diferentes, se ofrecía Cine entre semana, los fines de semana, en las mañanas y en las tardes generalmente era para menores de edad y en la noche sólo permitían mayores de edad, en este último horario más que todo iban las parejas de novios o esposos. Otra de las grandes diferencias es respecto al comercio de comidas, las opciones que brindaban eran muy limitadas, lo más común era comida de paquete, como papas y gaseosa.
“Las opciones de comida era limitadas, no era como ahora, en ese tiempo se comía más que todo paquete”
Marta parecer no tener más que contar, o a lo mejor sí pero cada vez que trata de hacer memoria le puedo notar su risa burlesca y penosa, la cual atribuye a las múltiples experiencia que vivió entre las cintas del Imperial. Yo por mi parte con la satisfacción de haberme deleitado con los relatos de Marta, me despido muy cordial con la esperanza de no olvidarlos nunca y complacida de haber conocido más de cerca este significativo ciclo, que ha quedado marcado en la memoria de los pocos Ibaguereños que lo recuerdan, no como una más de las forma de comercio, sino como medio cultural y con características que más nunca tendrá el influyente CINE.
Un trabajo investigativo revela el grado de desinterés que tiene los Ibaguereños por conservar la historia del desaparecido cine de la ciudad, dicha indagación fue hecha por Comunicadores sociales y periodistas de la Universidad de Ibagué, tras varias visitas realizadas en el último meses del años en curso a los lugares aledaños a los demolidos teatro.
El viaje investigativo inició la resplandeciente tarde del Sábado 03 de septiembre de 2016, cuando el equipo de investigación se encontró en el sector del centro de la capital musical de Colombia tal y como estaba planeado. Más que los tenis y los aparatos móviles, llevaban la amabilidad y la intención de ser cordiales con las personas. Además tenían la delicadeza de los sentidos para percibir los cambios a medida que las fuentes relataran sus historias hacerse un panorama de cómo eran los antiguos cinemas. Como resultados encontraron construcciones actuales y tan solo los cimientos de lo que fue aquella época que de continuar oculta tristemente desaparecerá.
¿Qué ganaremos? ¿A alguien le servirá? ¿Habrá alguien que se interese por estos temas? Fueron algunas de las preguntamos que se hicieron los integrantes del equipo al ver que cerca del antiguo Cinema imperial ubicado en la Calle 12 entre la Carrera 3 y 4, las personas se encontraban muy apáticas y ajenas a ellos y en vista de aquella situación junto con el calor que hacía a las 03:50 pm de aquél sábado, Irene quiso comprar un helado y así romper el hielo con Marta Angarita, una señora de avanzada edad que tiene una heladería justo frente al parqueadero en que se convirtió el clásico cinema Imperial tal y como lo denomina Marta, quien reside allí desde hace cuarenta y tres años.
“El teatros era de la propiedad de Don Jorge Ramírez” me cuenta Marta, agrega que era amplio, las instalaciones eran bastante modernas para aquella época y a diferencia de lo que es hoy en día la silletería era de madera, era de dos niveles, la parte de arriba se conocía como Mesanine tenía cojinería individual, a la entrada estaba la taquilla donde se expedía el tiquete por no más de $500 la boletas personal, también ofrecían paquetes familiares y de parejas, luego las personas proseguían al interior del recinto para disponerse a gozar el par de horas que por lo general duraba la película. Marta insiste en que el teatro era bastante agradable, también agrega que era uno de sus mejores pasatiempos, por eso ahorraba y hacía favores a sus primas a cambio de moneditas para ir al teatro.
“El cine Imperial era uno de los más atractivos y además mostraban muy buenas películas, iba mucha gente, yo lo frecuentaba mucho con mi familia”.
Al ojear mi móvil para ver la hora me doy cuenta que son las 04:43 y que entre las historias y la visible melancolía de Marta se me ha pasado el tiempo y mi concentración ha sido tal que del cremoso helado no ha quedado más que eso, la crema derretida y espesa tan dulce como Marta al relatarme la historia, quien aunque por razones de convicción propia no le simpatiza la idea de que capten su voz con dispositivos inteligentes, ella prefiere la confidencialidad, también resalta el hecho de que yo realice mi trabajo a trazos de mi puño, no obstante su pausado relato me acompañará por un buen tiempo.
"Mi difunto esposo era muy amante del cine, una de sus películas preferidas era la ley del monte de Vicente Fernández”.