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MEMORIAS DE LOS ANTIGUOS CINEMAS

 

Crónica-Cinemas

 

Por: Angie Benavides Criollo

En la siguiente crónica se abordan los sucesos ocurridos en la ciudad Ibagué, cuando un par de amigas recorrían las calles del centro en busca de la historia de los antiguos cinemas que se encontraban  allí ubicados hace unos años.

Eran la una de la tarde, cuando Angie Benavides llego a su casa, después de haber pasado una mañana un poco ajetreada, tomo su comida y se sentó en compañía de su familia, a disfrutar de un delicioso almuerzo como era de costumbre. Entonces  Recordó que debía aprovechar la tarde para investigar acerca de los antiguos cinemas que funcionaban hace unos años en la ciudad de Ibagué, pues la semana pasada su profesor Orlando Varón de la materia Géneros periodísticos le había dejado de tarea.

Una hora después salió de su casa rumbo al centro de la ciudad, junto con su compañera de clase y vecina Paula Upegui. Al llegar a su lugar de destino, las dos amigas se dirigieron al edificio metrópoli donde antiguamente estaba ubicado uno de los  cinemas más importantes de la ciudad, llamado Metropol, y que actualmente se encuentra la reconocida cafetería Juan Valdez y el famoso establecimiento cosechas, que siempre hacia que ha Angie se le hiciera la boca agua solo de recordar el delicioso sabor de uno de los jugos que vendían allí, también se encontraban dentro del edificio unas oficinas de poder  judicial y una registraduria delegada del departamento.

Paula y Angie se adentraron al edificio Metropoli, observaron que dentro se encontraba un parqueadero y de repente vieron un celador, se acercaron a él con una sonrisa simpática y  le pidieron  información sobre el antiguo cinema, pero el señor les contesto “niñas en este momento no puedo colaborarles, pero pueden pedirle esa información a Jaime Valderrama Laverde, alias Condorito”, casi corriendo las dos amigas cruzaron la calle y en la esquina de esa misma cuadra se encontraba Jaime, en el que era su  puesto de trabajo desde hacía 45 años atrás y con el cual había conseguido su tan apreciada pensión, ellas se pusieron contentas pues sabían que obtendrían valiosa información , lo saludaron y se presentaron, el señor muy gentil las atendió con el mayor gusto. Las jóvenes tomaron sus celulares e iniciaron la entrevista.

 El señor Valderrama, les conto como las calles aledañas al cinema se llenaban de gente de diferentes edades  que hacían cola para ver las películas, ya que era un teatro con capacidad para 850 personas, recordaba que fueron años maravillosos pues el cine era algo innovador para los ciudadanos de Ibagué, además solían presentar las mejores películas para todas las edades  y eso hacía que las personas  frecuentaran este lugar a pesar de que las tarifas de las funciones eran costosas para aquella epoca. Mientras el señor Valderrama narraba aquellas épocas, Angie imaginaba las escenas que se daban a diario hace unos 50 años en el mismo lugar donde ella se encontraba, y pensó que era entonces cuando la gente valoraba las pequeñas cosas, como lo era ir al cine.

Hacia las 4 de la tarde las dos compañeras terminaron la entrevista, el sol calentaba fuerte y ellas caminaban a paso lento hacia su segundo lugar de destino, el antiguo Cinema Real ubicado en un centro comercial, llamado pasaje real, que se encontraba a tan solo unas pocas cuadras del edificio Metropoli. 10 minutos después llegaron, subieron al segundo piso del edificio y vieron como en una esquina estaba situado el cinema Real, del cual ya solo quedaba la zona de taquillera y poco más, miraron a través de las ventanas, aunque no podían observar bien, asi que decidieron bajar al primer piso en busca de algún testigo que les pudiera brindar información del antiguo funcionamiento del cinema. Después de haber dado un par de vueltas, las jóvenes encontraron una mujer, Armila, una vendedora de cosméticos,  quien se encontraba en el primer piso del edificio desde hacía más de 20 años  y la cual fue un cliente fiel del cinema Real.

 La señora Armila les conto a las jóvenes estudiantes, sobre el lugar, ella decía que era muy agradable, y que era frecuentado por muchas personas, las películas eran variadas y los jueves entraban dos personas por el precio de uno ,  además vendían comida deliciosa y realizaban actividades  para beneficio de los niños pues en diciembre solían regarles comida y entradas gratis. Angie seguía proyectando en su mente, las imágenes de esos sucesos que ocurrían en aquella época. Doña Armila recordaba feliz aquellos años y anhela volver a vivir tiempos como esos en los que el cine la hacía olvidar todo y le daban vida al centro comercial.

Tras 20 minutos de conversación con la señora Armila, Angie y Paula, siguieron su recorrido y esta vez era el turno del Teatro Imperial, no tardaron en llegar, pues realmente el trayecto era muy corto y se les hacía ameno el camino porque solían reírse y pasarlo bien juntas, a la llegada de la calle, donde se suponía que tenía que estar el teatro ,las dos miraron para ambos lados y no vieron rastro de un cinema, entonces paula se acercó a  un vendedor ambulante y le pregunto, donde quedaba el antiguo teatro Imperial, el señor les señalo un parqueadero con la fachada blanca, que parecía ser muy grande. Siguieron caminando y decidieron preguntarle a un señor que estaba atendiendo una cafetería, que quedaba justo al frente de aquel parqueadero, las amigas lo saludaron, se presentaron, y le preguntaron si sabía alguna información acerca del teatro imperial, las compañeras tuvieron mucha suerte, pues el señor había sido un cliente fiel del teatro imperial y aún conserva buenos recuerdos de esa poco.

 Es un hombre curioso y amante del cine antiguo, su nombre es Alexander Jaramillo Arias, también es muy amable, ya que les ofreció un café y una silla para cada una, de pronto el pudo observar  que las jóvenes se encontraban un poco cansadas, el hombre inicio , con una sonrisa en su rostro, narro lo que era el teatro imperial, de dos pisos, con cortinas grandes que aislaban el sonido, muy bonito y grande, el señor Jaramillo también les conto a las jóvenes estudiantes que hacía unos 50 años estaba de moda ir al cine y eso hacía que las colas fueran muy largas , las mujeres se arreglaban con lindos atuendos y peinados llamativos, solían ir acompañadas de un hombre, además los domingos las calles se llenaban de niños, porque el teatro acostumbraba a dejarlos entrar gratis en las mañanas. El señor Jaramillo recordó cómo cuando tan solo era un niño,  una vez le toco hacer una larga fila para ver el estreno de la película La ley del Monte de Vicente Fernandez. Las funciones permanecían durante todo el día hasta las 12 de la noche aproximadamente, y con esto termino la entrevista.

Ya el sol se estaba ocultando, y las jóvenes estudiantes le temían a estar de noche en el centro, así que decidieron tomar un bus, rumbo a sus casas, en el camino Angie miraba hacia la ventana, y pensaba como el cine en aquella época era tan importante e influyente en la vida de las personas que también lo es ahora para algunas .Las tramas y los temas del cine pueden y deben ser llevados a las aulas como elemento reflexivo y, por ende, orientador de comportamientos, de esta manera, pensó Angie mediante el cine se pueden  aprender grandes cosas. Al pasar 25 minutos las dos amigas llegaron a sus respectivas casas y las dos se sonrieron pues habían conseguido valiosa información acerca de los grandes cinemas que un día existieron en su ciudad.

 

 

 

 

 

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