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MEMORIAS DE LA ANTIGUA GRAN PANTALLA

Crónica-Cinemas

 

 

Por: Paula Sofía Upegui

 

Una historia llena de emociones y experiencias abordo, que traerán a la memoria uno de los lugares más recordados por la ciudad ibaguereña, los antiguos cinemas, que traen consigo miles de recuerdos por parte de las personas que han hecho parte de esta gran experiencia.

 

En el año 2003, específicamente para un mes de Febrero en el día de mis cumpleaños, mi papá tenía por costumbre llevarme al teatro Metropol. Recuerdo muy bien que para ese tiempo daban las mejores películas de dibujos animados, y estaba de moda el estreno de La era de hielo, como olvidarlo… Solíamos ir siempre en compañía de mis primos y amigos más cercanos que tenía en ese tiempo.

Trece años después, en las salas de cine de esta ciudad siguen siendo famosas esas clásicas películas, pero en una edición más moderna, por supuesto siguen siendo mis favoritas. Volviendo a esa época de mi niñez, recuerdo además, haber entrado a unas cuantas más salas de cine representativas de ese momento, entre ellas Cinema real, Imperial, Doral, y otros que solíamos frecuentar junto a mi familia.

Ese día de mi cumpleaños, mi madre me había obsequiado cinco mil pesos, dinero que decidí invertirlo para comprar algo de confitería y dulces que más me gustaban en el lugar, mientras que mi padre pagaba los mil pesos en la taquillería, tarifa que por ese último año dejó de existir. 

Más que la película, era todo lo que envolvía ir a esos lugares, y sus actos ceremoniales, que para mí, siendo una persona tan pequeña, me hacían sentir en otra dimensión, logrando marcar mi infancia, y haciéndome sentir una de las experiencias más increíbles. Recapitulo esos instantes, y hoy en día, puedo afirmar que aún siento que ir a los teatros de la ciudad, es un plan que podemos tomar para salir de nuestra cotidianidad.

Momento después, entramos junto a mi familia al lugar más magnífico que había visto. Sus sillas cómodas con su asiento con vaivén, las cortinas tan inmensas como que colgaban desde el cielo, los rostros de las personas inquietas por que empezara la película, y los sonidos potentes invadían mis oídos, y me hacían entrar en un estado de gran curiosidad.

Ese mismo día, al finalizar la tarde, justo después de que se terminaba la película, solíamos ir a una caseta de dulces frente al teatro Metropol, a llevarle algunas golosinas a mi madre. Jaime Valderrama, más conocido como “Condorito”, es el nombre del encargado de atender su negocio, donde frecuentábamos.

Trece años después, tiene a su cargo la misma caseta de venta de dulces, y hace unos pocos días tuve la oportunidad de que tuviéramos una charla amena, y aprovechando el momento, don Jaime Valderrama recuerda cómo era el teatro Metropol tiempo atrás, y  relató como era su percepción después de tanto tiempo y de tantos cambios que ha tenido el lugar, como por ejemplo que actualmente este reconocido teatro, lastimosamente desapareció, y en el cual ahora está conformado por un edificio encargado de oficinas del poder judicial, un inmenso parqueadero, y establecimientos locales.

Esa misma tarde, siento las 4:00 pm, decidí intercambiar algunos momentos junto con este personaje que al igual que yo, fue testigo de lo que fue este maravilloso lugar. La gente haciendo filas inmensas, el tráfico a punto de estallar, miles de niños sonrientes sin importar cuánto tiempo les tocaba esperar, eran las memorias que junto al señor Jaime Valderrama pudimos traer a nuestro presente.

Seguí mi recorrido, y me encontré con otro personaje que me llamó la atención, su nombre es Oliva Soto Tovar, quien desde hace 21 años desempeña su labor como vendedora ambulante por este mismo sector del Metropol. Su presencia se me hizo muy conocida, y devolví mi memoria trece años atrás, y justo en ese instante, me di cuenta que su rostro ya lo había visto antes, y no me equivoqué, en ocasiones también le compraba algunas golosinas para llevar a mi casa.

En ese momento, logramos coincidir en los mismos recuerdos, ya que fueron momentos inolvidables que sellaron esa época, tanto para ella, para mí, y estoy segura que para cualquier otra persona que también fue partícipe de esa temporada.

Cayendo la noche, me dirigí a una cafetería a tomar un café. En ese instante, me encontré con una compañera de la Universidad, y se intrigó por saber cuál era mi curiosidad al tener información acerca de lo que fueron los teatros en la ciudad. Seguidamente, el dueño del establecimiento, se acercó hacia nosotras y se ofreció a regalarnos datos sobre el teatro, quien en su tiempo se le llamó teatro Imperial. Su nombre es Alexander Jaramillo Arias, quién hace memoria 20 años atrás, cómo era la estructura del lugar.

Entre sus recuerdos, comentó que era uno de los teatros más esplendorosos junto al teatro Metropol, y que su primera experiencia allí, fue viendo la película “La ley del monte”. Este lugar hoy en día, se visualiza como un parqueadero también llamado Imperial, lugar en donde el dueño de este teatro, aún conserva las máquinas que proyectaban las películas, practicándole mantenimiento diariamente, y guardándolas como unas preciadas reliquias; esto inmediatamente nos da a la conclusión  que esta persona era y es aún un amante al cine clásico.

Revolviendo en mis recuerdos, cuando tenía maso menos once años, solíamos frecuentar las acogedoras salas del Cinema Real nuevamente junto a mis padres y algunos primos, que por supuesto nunca se perdían de estos planes. Al entrar por esos pasillos, seguía provocando en mí las mismas sensaciones de emoción, al saber que iban a presentar aquellas películas preferidas que desde días atrás publicaban en cartelera.

No sabía que era mejor, si las apetitosas crispetas con mantequilla y gaseosa que me esperaban para disfrutar, o salir corriendo a tomar los primeros puestos, a eso sí que le llamaba adrenalina pura. Actualmente, a mis 20 años de edad, suelo seguir haciendo estos planes, con la diferencia que ahora prefiero las sillas de atrás, y disfrutar de una buena merienda. Cabe resaltar que sigo sintiendo una emoción inmensa al comprar las entradas en la taquilla, y se me eriza la piel en el momento que empieza la función.

Llegando de regreso a mi casa, envuelta de historias y sucesos, recordando esos hermosos teatros, y en su contraste, hoy sólo encuentro fríos lugares dedicados al comercio y a labores que no van con el arte cinematográfico. Siendo las 11:00 de la noche, me dirijo a mi cuarto y me dispongo a dormir. Pasando mil imágenes en mi mente, reviviendo esos bellos momentos, que se quedarán en lo más profundo de mis recuerdos cineastas.

 

 

 

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