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Lo que pasa tras las máquinas, algo más

que sólo tela

Por: Juan Diego Marín Pérez

ras varios días de acercamiento, de increpar el tema, y escuchar a las protagonistas de esta historia, encuentro de que, al fondo de esas grandes máquinas, metros y metros de tela, una que otra tijera y cantidad de hilo tras una aguja, tienen similitudes en sus historias, con dificultades en su vida, y a lo largo de sus años, pero con la motivación y el único objetivo de hacer a alguien feliz con sus majestuosas manos artísticas después de horas de trabajo, ellas ven en sus retazos de tela, algo mas,  vida y satisfacción para todos sus clientes a los que le dedican el mayor tiempo de su vida.

No sólo ellas llevan tejida una historia tras sus máquinas, pues en algún momento de de la edad media, aquella actividad de costura que hoy vemos con tal sencillez, fue un oficio y un lujo para los que en ese entonces se ubicaban en la alta sociedad de Ibagué .

La tarde que decidí empezar a recorrer y adentrarme un poco más en el mundo de las modistas, no estaba tan convencido, estando afuera y no teniendo tan claro su papel en nuestra sociedad, hacía de que simplemente no me llamara la atención, crecí viéndolas en cada esquina, en cada barrio y en muchos casos en humildes talleres de casa, pero sin embargo, no encontraba esa pizca de motivación para abordarlas con tal pasión.

Aquel día entendí, que bajo las sombras de sus sastres se ocultan gran cantidad de historias que merecen ser contadas, historias que van ligadas con múltiples cantidades de telas y sastres que al final con las tiernas y delicadas manos de estas artistas, se convierten en la satisfacción del deber cumplido y se encargan de sacar una gran sonrisa en todos los que, en un día cualquiera, hemos necesitado de tan sencillas pero indispensables mujeres.

Hasta hace 8 años Nubia Rincón, oriunda del municipio de Fresno del departamento del Tolima, decide llevar su pasión por la costura, a la parte comercial con su propio taller, pues cuando aún no llegaba a las 15 primaveras, por casualidad se chocó de frente con el arte de coser, un encuentro que la ha hecho feliz durante la mayor parte de su vida y que hoy en día, espera transmitir a su hija menor, la cual al parecer va tras los mismos hilos de su madre.

Todo comenzó cuando Nubia tenía tan solo 14 años de edad, era una niña que comenzaba a vivir y por cosas del destino, una mañana “llegó a Fresno un señor a dictar unas clases de modistería a los profesores de ese entonces, mi hermana era profesora, ella se inscribió en el curso y el señor me ofreció que lo hiciera en compañía de ella, yo no tenía ni idea de coser y tampoco tenía ambición de ser modista, hice el curso, entendí más que mi hermana y me gusto, me dedique a aprender y a hacer más cursos” con cada palabra los ojos azules de Nubia se tornaban cada vez más cristalinos.

El estar tras una máquina para Nubia es algo más que un simple trabajo, aunque si ha sido sostenible durante casi toda su vida, ella encuentra en la modistería una actividad en la que despeja su mente, hace volar su imaginación y tras accionar el pedal de su máquina, automáticamente el taller toma vida.

Nubia se encuentra Radicada en la ciudad de Ibagué y día a día su pequeño taller ubicado en el centro comercial Arkacentro, es testigo de su amor por hacer algo bonito. Cuando un retazo de tela llega a sus manos. 8:00 am el ajetreo para Nubia comienza, un par de lentes situados sobre sus ojos color mar, un metro como accesorio adorna su cuello y vestimenta del día y una maquina espera ser accionada para que comience su escultura.

Un suspiro acompaña nuestro encuentro, esa tarde le hago hablar de su primera máquina, todos los poros de su brazo derecho brotan sobre su piel, pues con mucho sacrificio la adquirió, “me la regaló mi esposo, el me la compró, estaban mis hijas pequeñas, inclusive todavía la conservo, era la primera que él me daba como herramienta de mi trabajo y fue muy emocionante, la disfruté mucho y le saqué el jugo” recuerda. Antes de poder consolidar el taller que tiene hoy paso muchas penurias, gracias a esa primera máquina, se arriesga y comercializa ropa materna “con las esposas de los compañeros del trabajo de mi esposo, esto se volvió rentable, y cada señora que estaba en embarazo me mandaba a hacer la ropa”.

Nubia hace una confesión que la llena de orgullo, que saca una que otra lagrima de felicidad de esos lindos ojos claros, que hacen que contrasten con el oscuro lápiz que cada mañana antes de ir a su taller, aplica sobre ellos para seguir cautivando a su esposo. Su hija menor quiere seguirle el hilo a Nubia, a pesar de ser ingeniera de petróleos, desde muy niña estuvo a su lado “haciendo cositas para sus Barbies” ahora quiere y se prepara para hacer vestidos de baño tras las muy buenas lecciones de su madre.

Laurita como la llama su madre, es ingeniera de petróleos, pero su corazón va hilado al mundo textil "Desde niña he tenido amor por los hilos y las agujas, mi mamá me prestaba sus maquinas para coser ropa para mis muñecas y siempre bajo las enaguas de ella, conocí el amor por la modistería".

Laurita no solo heredó el amor por las máquinas de su madre,  sus ojos claros, dientes color perla y belleza que a lo lejos hipnotiza, son muestra de que son tal para cual, aquellos ojos se aclaran un poco mas, tras preguntar acerca de cual de las 2 profesiones prefiere, un trago de saliva atraviesa su cuerpo por medio de su garganta "La ingeniería de petróleos es algo de lo que vivo y me apasiona, pero ahora mi cabeza esta planeando cual va a ser mi próximo diseño de vestido de baño, seria estupendo articular las 2".

Con el mismo adorno sobre el cuello que Nubia, la máquina utilizada como arma, pero físicamente un poco más joven, esa misma tarde comienzo a hilar la historia de Silvia Rojas, lo que siente, piensa y pasa tras horas y horas detrás de su máquina de coser.

Desde hace 20 años Silvia decide llevar su pasión a la parte comercial, pero todo va más allá del simple dinero, pues como ella misma refiere “Desde hace 20 años, para mí ha sido un privilegio vestir a cada mujer, a cada persona que viene a este taller, porque les he enseñado que la moda es más que vestirse".

Ese taller, que funciona en su propia casa, ha tenido una evolución, no siempre ha sido como es ahora, todo se retoma como en el caso de Nubia Rincón, a la infancia, al departamento de Santander de donde es oriunda, allí su madre le hereda la pasión por la costura, pues día y noche estuvo a su lado, desde niña deseo ser diseñadora de modas y tuvo el privilegio de estudiarlo.

Con el pasar de los minutos y con cada una de las preguntas que le lanzo, su mirada se tornaba cada vez más joven, como si cada consulta que le hacía, llevara consigo el elixir de vida que le hacía falta a sus ajetreados días, sus claros ojos se llenaban de brillo y tras sus grandes labios carmesí iban asomando sus hermosas conchas nácar que posaban como dientes.

Desde hace 10 años Silvia decide emigrar a la ciudad musical de Colombia, la considera una ciudad textil, “Ibagué es una ciudad muy buena, tristemente se está perdiendo la profesión por la falta de pertenencia de los tolimenses" pues resalta que en su departamento de “unas montañas peladas, se hizo una atracción turística”.

En ese mismo departamento en el que algún día nació una verdadera maga con la máquina, también se atrevió a confeccionar por primera vez y a enfrentarse al tire y jale de la aguja con la tela, “Fue una amiga, me dijo que quería que le hiciera el vestido para una fiesta, me dio un susto impresionante porque tenía el conocimiento, pero me faltaba práctica, sin embargo, lo hice y fue todo un éxito y en la fiesta fue la mejor vestida".

Anécdotas como estas, se le han presentado durante los 20 años de trayectoria, pero esa tarde, un suspiro sale directamente desde su alma, mira al horizonte y confiesa “la mejor anécdota ha sido, que cada mujer llega acá con una historia de vida, queriendo salir bonita y están convencidas que con lo que les hago lucen bellísimas” Silvia está convencida de que Dios le da el arte de hacer cosas bellísimas con las manos y transformar vidas.

Con ese convencimiento que se basa en su Fe, Silvia Rojas después de estar radicada en la ciudad musical, un día decide abrir su propio taller, lo hace en su propio apartamento, en donde la sala convencional gracias a la magia que le imprime Silvia, la transforma durante 5 minutos a cada clienta, en una sala de pasarela “tengo el privilegio de hacerlas desfilar por 5 minutos, se sienten princesas y modelos por minutos y eso eleva la autoestima, eso se convierte en mi mayor satisfacción".

Silvia se siente doblemente bendecida, pues además de ver a sus clientas felices por 5 minutos y hacerlas princesas, tiene la capacidad de elegir su horario de trabajo y de tener la tranquilidad de su hogar, en aquella conversación, Silvia confiesa de que crece muchos con las historias que son llevadas a su taller, con un rostro que irradiaba más satisfacción que la que da el deber cumplido agrega  “hago las cosas con amor, sabiendo que este talento me lo dio Dios y que cada mujer que sale de este taller, tiene que salir pensando diferente, que no tiene que vestirse para el mundo sino para ella, y para agradar a Dios".

Así como sus clientas la hacen feliz, ella les saca una sonrisa tras el gran momento de gala, aquel que por 5 minutos inicia con un ¿como me veo?; el pequeño taller ubicado en la comodidad de su apartamento, abre el telón y las baldosas se transforman rápidamente en una plataforma, paso de reina en una sola línea, vuelta frente al espejo y frente a sus gurús de la moda, que en ese momento la miramos como una verdadera diosa, en aquel pequeño taller la felicidad no cabe, y aunque sus cuerpos no tienen aquella mal llamada "medida universal" se sienten como reinas, que salen con cara, actitud y autoestima totalmente diferente a como ingresaron, a eso que ellas esperaban que fuese un simple taller de costura.

Ese mismo día y cerca de las 6:30 pm, terminó mi acercamiento con estas dos costureras, sus historias hiladas por lo que pasa tras sus máquinas. En otro lado de la ciudad y sobre la misma tarde, María José Cuesta tenía su encuentro con María Janette Rodríguez, otra mujer luchadora de la vida y la costura, un poco más entrada en edad, pero con una sonrisa contagiosa y que, en su relato, nos hace acogerla como una madre.

En 1943, el mundo conocía a María Janette Rodríguez, el amor por la costura llega a su vida a los 14 años, aprende su oficio en las pastorales que organizaba la iglesia del Carmen y su desarrollo fue rápido, para ese entonces duró tan sólo un mes y esto le valió para el desarrollo que ha tenido hoy en día.

Su cabello corto color grisáceo, una falda larga que llega a sus tobillos y una camándula colgada en la mitad de su pecho, dan un adelanto de lo que María Janette hace en sus tiempos libres, pues con la mayor alegría y para despejar un poco su mente, frecuentemente realiza reuniones con las personas de la iglesia a la que asiste, comparte con padres y niños jornadas de cine, charlas emocionales, pero sobre todo a compartir la palabra de Dios y pasar un rato agradable.

Al igual que Silvia Rojas, tiene su propio taller ubicado en su casa, pues desde muy joven buscó tenerlo allí para prestarle atención a 6 de sus 7 hijos, tristemente uno murió cuando tan sólo tenía 9 meses de edad. Nada ha sido un obstáculo para que María Janette le salga adelante a la vida y como ella misma refiere “Dios nos da 10.000 bendiciones y yo creo que cada sonrisa que uno obtiene de alguien es una bendición más y mi máquina fue una bendición para lograr criar a mis hijos y darles lo básico, incluso cuando no hay trabajo él no me desampara, respecto a mi maquina pues es mi herramienta y me facilita la entrega de mis trabajos y el pan de cada día”.

Con una sonrisa de oreja a oreja y la pupila de sus ojos totalmente dilatada, María Janette nos hace entender de que se considera afortunada por hacer lo que hace “mi trabajo me ha dado todo lo que tengo y es lo más hermoso”.

 

Luego de varios días de indagación, charla y de minuto a minuto intentar ganarme la confianza de estas mujeres para construir este relato, voy entendiendo su mundo, ese en el que desde su juventud han estado sumergidas y lo mas importante, personas tan diferentes pero que a través de una aguja y un hilo poseen historias de vida similares, con años de sacrificio y dedicando el elixir de su vida a las grandes horas de costura, corte y remiendo.

En el mundo de las telas, tijeras, hilos y algunos pinchazos con agujas, que durante siglos ha sido de las mujeres, también encontramos uno que otro caballero, y es el caso de Carlos Arturo Sánchez nacido el 25 de Noviembre de 1976, Daniela Arias tuvo la oportunidad aquella tarde de conocerlo, luego de minutos de charla y por supuesto la curiosidad que causa que un hombre este involucrado en este mundo, descubrimos de que Carlos Arturo Sánchez nace una mañana de Jueves, en este caso, quizás por su género y por el tabú que despierta el mundo de la modistería en los hombres, no llega a su vida en la época en las que llega a Nubia, Silvia y María Janette.

Carlos Arturo Sánchez, oriundo de Itaibe, un corregimiento cerca de la Plata(Huila) Llega a Ibagué hace 25 años, llega con sueños y aspiraciones, "Cuando llegue a Ibagué hace 25 años Ibagué ocupaba si no estoy mal uno de los 5 primeros renglones en cuanto a producción textil en Colombia y existían una gran cantidad de empresas, micro empresas y talleres familiares que demostraban la forma en que Ibagué producía textiles en todas las diferentes áreas (jeaneria, tejido de punto)"  hace referencia sabiendo de que Ibagué era una ciudad textil para ese entonces.

Con este conocimiento, 3 años después de su llegada se dedica a la rama de la confección, cumpliendo así 22 años en el mercado Ibaguereño, y agregando progreso, trabajo y desarrollo para la ciudad, pues Carlos no mucho tiempo después de su inicio textil en Ibagué, crea su propia marca " Al iniciar mi labor como confeccionista y empezar a poner las prendas en el mercado nacional se vio la necesidad de encontrar una identidad propia para que la gente empezara a reconocer la labor que uno estaba haciendo "Tras ese proceso y meses de consolidarse, nace "Eskndalo Jeans".

Algo que une a Carlos con nuestras demás protagonistas, es que con el pasar de los años en la profesión, siempre han realizado su trabajo con amor, pero con el objetivo, de que a través de sus prensas, poder sacar a su familia adelante; Carlos es la cabeza del hogar que comparte hace ya algún tiempo con su esposa y dos hijos, su empresa es el sustento diario para su familia y es la muestra de su amor por la profesión. 

Así como estas 4 historias que conocí hace unos días, y que tienen tanto en común con el pasar de los años en su profesión, hay miles y miles similares tras las maquinas, con amores, desamores, sueños, desilusiones y en algunos casos por imposición de la vida, pero todas con el mismo objetivo, tras horas y horas de trabajo, de remiendos, alta costura, puntadas y pinchazos, ver la felicidad de un cliente después de la entrega, esa es su mayor satisfacción y es la razón por dejar mas que toda su vida en cada prenda.

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