top of page

El arte de la costura y María

Por Andrea Quiroga

aría lo que más anhela es tener su propia tienda de moda, ser reconocida en su ciudad, que sus clientas se vayan felices de su tienda porque ella cumplió y superó las expectativas. Los vestidos de cóctel son su pasión, tacones, peinados y las telas brillantes; así con todo estos accesorios quisiera tener su local y hacer felices a muchas mujeres.

 

Ella cree que su futuro es incierto, es tan soñadora, tan apasionada pero por momentos su ilusión de querer tener su tienda de moda se ve opacada por la realidad. Pues tiene dos hijos a quienes debe seguir sacando adelante, y este es su mayor sueño, ver a sus hijos profesionales. Se le irradia la mirada cuando piensa en cómo se verá su hija de hermosa con el vestido que ella misma le haga para el día de su graduación, tiene ya dos diseños elaborados pues sueña con este gran día; también se ríe a carcajadas cuando le dice a su hijo que el traje de él lo compraran en almacén pues de las cosas que no le gustan de la costura es realizar prendas para hombres.

 

La costura lo ha sido todo para María, desde su niñez hasta ahora y con certeza habla de que ser modista le ha dado lo mejor de la vida. Cuando María tenía 10 años, su madre le enseñó a coser, ella  recuerda que lo primero que hizo fue pegar un botón negro a un pantalón  para hombre; pensó que era algo muy fácil y desde ahí comenzó su relación con la costura. Tiene mucho que agradecerle a sus máquinas pero a su vez con ese mismo agradecimiento mira su futuro con muchos sueños y miedos. Sus ojos no son los mismos de hace veinte años, pues a sus treinta años sus manos eran más ágiles, los ojos más fuertes, no se sentía cansada, ahora en sus cincuenta años sus frágiles manos se llenan de más dolor a medida que pasa el tiempo; y es ahí donde ve los obstáculos para alcanzar su sueño de tener su propia tienda de moda. Porque para ella primero están sus hijos, después su costura y cuando le queda tiempo si es que las noches no son muy largas frente a sus máquinas se preocupa por ella.

 

Sus hijos y la costura son su mejor y más feliz futuro, María ve las dificultades como retos y nuevas oportunidad y si le preguntan por su tienda de moda ella dirá que así tenga 60 años y ya sus hijos  tengan una vida ella montara su tienda de moda. Se la imagina en un local grande, lleno de muchos espejos, de telas de gran variedad en colores, en algunos maniquíes sus propios diseños y lo principal las máquinas que la han acompañado casi toda su vida.

 

Cuando miro a María, veo el reflejo de una mujer luchadora, que forjo día a día por medio de la costura su vida. El día que hable con ella, lucia radiante, sencillo peinado, un hermoso y delicado maquillaje;  su rostro contagiaba alegría y ternura. Me dijo que nunca nadie la había entrevistado y menos por ser una modista de barrio, me sentí presionada pues quise que se sintiera una mujer importante y sobresaliente en la sociedad.

 

Para ella las rutinas son tediosas, pero es su diario vivir. Se despierta todos los días a las 5 de la mañana, prepara el almuerzo, despierta a su hijo quien cursa último grado en el colegio; le da el desayuno y lo despide en la puerta de la casa. Su hija la mayor, ya está en la universidad y dice que con ella la cosa es más fácil, porque es un poco independiente.

 

Se da un baño, bebe una taza de café y entra en su templo de cuatro paredes,  cinco maquinas, muchas telas algunas de texturas suaves, otras más toscas y una gran variedad de colores azul negro, blanco, café y lila, hilos de todos los colores, agujas grandes y pequeñas, retazos sin terminar de prendas como uniformes, vestidos, pantalones de hombre y faldas largas; ropa esperando por sus dueños y un sin fín de ilusiones y sueños. Aquí en todo esto está reflejada la vida de María.

Actualmente está cosiendo seis vestidos para unas damas de honor y un majestuoso vestido de novia; al que le ha dedicado un mes y toda su pasión. Claudia, Helena y Lina son sobrinas de María a ellas tres pertenecen esos vestidos de dama de honor, los otros tres restantes a unas amigas de la novia.

 

Se le llenan los ojos de lágrimas, pero de felicidad, pues el vestido de novia es para su sobrina, a  quien ella ve como su segunda hija. La cuidó desde que nació y hasta que cumplió trece años, le hizo para cada cumpleaños un vestido, es por eso que le ha puesto todo el amor, perfección, sus mejores telas y diseños a este exclusivo vestido de novia. Se siente orgullosa de hacerlo, para ella sus máquinas de coser reflejan el poder de convertir una simple tela en una hermosa prenda.

 

Le dedica las mañanas a estos vestidos, almuerza cundo el tiempo le da, sino sus tazas de tinto y tostadas son sus compañeros fieles. En las tardes realiza otros arreglos, remiendos, blusas, vestidos de baño, coger ruedos y entre otras cosas más que impliquen aguja e hilos. Así se le pasan los días, uno más largos que otros, otros con más dolores, menos sueño y eso si con su teléfono al lado para estar pendiente de sus hijos.

 

En el día pueden llegar entre tres a cuatro personas a su casa, unos a llevar arreglos, otros a recogerlos y entre charlas y tazas de tinto avanza su día. Las noches para María son sagradas, llegan sus hijos cenan juntos en familia y  todos se ponen al día de lo que les ocurrió; son muy unidos pues durante los últimos diez años han sido ellos tres y las máquinas de coser quienes han estado en las buenas y en las malas.

 

“Gracias a mi madre aprendí el arte de coser y es lo que me ha mantenido a mi durante toda mi vida y le ha dado una vida digna a mis hijos” dice María con nostalgia recordando a su mamá quien murió hace quince años. Lucero era el nombre de su mamá, tuvo cáncer en el estómago durante durante cuatro años y un 16 de junio en el año 2002 partió del mundo terrenal. Recuerda a su madre como una mujer muy trabajadora, de mano dura pero con a su vez con un lado sensible, amoroso y muy bondadoso.

 

 La costura para ella lo es todo, conoció gente que cambio su vida, trabajo en varias fábricas, estudió en Bogotá durante un año a la edad de diecinueve años, allí aprendió técnicas novedosas que le ayudaron a perfeccionar su confección para todo tipo de prendas de mujer. En el año 1.986, trabajó confeccionando faldas y vestidos para diferentes boutiques de esa ciudad y era un trabajo muy bien remunerado.

 

Es la menor de seis hijos, habla con mucho amor de sus hermanos y sus padres. Recuerda con mucho cariño su niñez, y agradece todo el sacrificio principalmente de su madre “lo que soy hoy en día, como mamá, como hermana y como costurera se lo debo a ella” me dijo María y en su tono de voz y mirada se siente un amor y paz que te contagia.

 

Dice que se parece mucho a su madre físicamente, me enseño una foto de esas antiguas, a blanco y negro en la que aparece su mamá sentada en un parque, y si el  parecido de María y su madre es casi exacto. Me habló mucho de ella y me  conto que el sueño de su mamá era conocer el mar, ella murió y se quedó con ese sin sabor de no cumplirle su sueño.

 

 Ahorro durante año y medio para cumplirle ese mismo sueño a sus hijos, y así fue como  en diciembre del año pasado conocieron el mar, fueron a San Andrés. Me enseñó algunas fotografías y videos de ella y sus hijos frente a ese hermoso mar, por la ciudad, en un lindo restaurante con vista al mar en el que se alcanzaba a ver un delicioso plata de pescado. Se siente orgullosa de haber logrado ese viaje, de que sus máquinas de coser le hayan regalado esa maravillosa oportunidad  “estas máquinas, hilos y agujas me llevaron al mar, cada día le agradezco a Dios por este trabajo” me dijo María con una gran sonrisa en su rostro.

 

Mientras hablábamos me ofreció tinto, y me contó un secreto. Quiere que sus hijos conozcan otro país, ya sacaron los pasaportes y para este viaje que está planeando hacer ya tiene sus ahorros escondidos, sus retoños como ella les dice no saben nada aún ni lo sabrán; será el regalo de navidad para ellos. Por lo que me contó se alió con otra costurera para obtener más trabajo, y si se trasnocha más y se cansa el doble pero disfruta ver el rostro de felicidad de sus hijos.

 

Sus hijos Juan Esteban y Mariana saben coser, me dijo que a Mariana no le gustaba mucho,  pues no era una persona muy paciente, pero que “Juanes” como ella le dice es una rayo veloz ayudándole con los dobladillos de pantalones. Cuando hay mucho trabajo ellos la ayudan, se han trasnochado y amanecido juntos elaborando piezas como familia. Una de esas trasnochadas fue en el mes de enero, durante casi una semana tuvieron que acostarse entre las 2 y 3 am de mañana, porque debían cumplir con un pedido de 38 uniformes colegiales para niños y niñas. María dice que el tiempo les rendía, pues se reían, tomaban tinto y hablaban de la vida.

 

Me contó una anécdota para ella graciosa, “Juanes se consiguió una novia hace un par de meses, no me caía bien porque es toda creidita, la niña cumplió años y mi hijo me pidió el favor que le hiciera un vestido y así fue, esa niña ahora se la pasa aquí queriendo que le haga toda la ropa y pues ya me cae mejor” me dijo María con una risa picara al hablar de esto, pues dice que si su hijo la escuchara se pondría molesto con ella.

 

Esta historia de María junto a sus máquinas ya lleva cuarenta años, de sacrificios, luchas, trasnochadas y así mismo mucha felicidad. Historia que ella quiere seguir hasta que sus ojos y manos se lo permitan. María vive feliz, su familia, su salud y sus máquinas son el motor que ella necesita para seguir el día a día hasta que Dios se lo permita.

M

bottom of page